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Doña Lupe, hágame el favor de traerle la ropita, porque no está bien que salga a la calle con esa facha. ¿Pero a dónde le va usted a llevar? Déjeme usted a , señá ministra. Yo me entiendo. ¿Teme que le robe esta alhaja? Mi ropa, tía, mi ropa dijo Maxi tan animado como en sus mejores tiempos, y sin ninguna apariencia de trastorno mental.

Hice seña á los mozos del equipaje de que me siguieran, y antes de un minuto estaba hablando con los garçones del hotel. ¿Combien voulez-vous payer? La señora del hotel es gruesa, de alguna edad, y fea. Á me pareció un ángel, ó como dijera un novelista moderno, una vírgen aérea de Rafael ó de Murillo.

El hombre contestó que era una máquina, dentro de la cual se bajaba al fondo del rio, pudiendo ir sentado con la mayor comodidad, y llevar los ojos abiertos. Desde la, máquina en cuestion se veia el fondo del Sena, la diafanidad de las aguas, los barquichuelos que pasaban por encima, y otras curiosidades á este tenor. Nuestro ingeniero hizo una exclamacion de alegría.

«¿Qué trae por acá la señá Benina? le dijo sacudiéndole de firme en los dos hombros . contar que estaba usted en grande, en casa rica... Ya, ya sacará buenas rebañaduras... ¡Y que no tendrá usted mal gato!... Hija, no... De eso hace un siglo. Ahora estamos en baja. ¿Qué? ¿Le va mal? Tirando, tirando. Si sopas, comerlas, y si no, nada... Y el Comadreja, ¿está? ¿Para qué le quiere, señá Benina?

El tren rodaba en medio de las tinieblas de la campiña con la rapidez del huracan, y en breve comprendí, por la inmensa iluminacion que brillaba en el fondo del valle del Sena, que estaba á las puertas de Paris y habia terminado mi viaje. PRESENTE Y PORVENIR DE ESPA

El hace una seña afirmativa, pero, como ella no lo ha mirado, cree que no responde. Ya lo ves, no quiere dice, dirigiéndose a Martín. ¿Que no quiero? exclama el otro riendo. ¿Por qué no lo dices, entonces, en seguida? replica ella, tratando de ponerse en armonía con su alegre tono.

Señorita... le dijo el desconocido en tono grave, pero respetuoso. Y al ver que la tía aún permanecía allí, le hizo seña de que saliera. Esta obedeció acto continuo, porque precisamente tenía que dar órdenes para la comida. Señorita continuó el joven, está usted en su casa, y mi deseo es que se encuentre bien en ella y sea dichosa.

La expresión de sorpresa y de vergüenza no acababa de desaparecer por completo del rostro de Lucía; pero esto le prestaba aún más atractivo. La camelia encarnada tampoco se deslizaba de sus manos. Miguel, cada vez más dueño de mismo, se atrevió a hacerle seña de que la arrojase: la generala bajó los ojos sonriendo, pero no hizo caso.

Meñique le hizo una seña, y él echó a andar acurrucado, tocando el techo con la espalda y con la alabarda a rastras, hasta que llegó adonde estaba Meñique, y se echó a sus pies, orgulloso de que vieran que tenía a hombre de tanto ingenio por amo. Empezaremos con una bufonada dijo la princesa. Cuentan que las mujeres dicen muchas mentiras. Vamos a ver quien de los dos dice una mentira más grande.

Empero en ningún sitio éste es más áspero, más avinagrado. La triste barrera de lodos del Charante, y luego la dilatada faja de arenas que le detienen por espacio de cincuenta leguas, pónenle malhumorado. Cuando no desencadena su cólera sobre Bayona y San Juan de Luz, azota la pobre Gironde. No se desliza, como el Sena, abrigado por varias costas, sino que va en línea recta al ilimitado Océano.