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Duerme en tanto en el campo de batalla Mientras su patria gime en servidumbre; Mientras la del corazon desmaya Y el hierro se carcome con la herrumbre; Cuando el tirano al vernos en derrota Con su lauro la espalda nos azota! ¿Quién es el vil que ríe, canta y danza Cuando el lamento de la patria suena, A sus hijos llamando á la venganza?

Muera el tirano! clamando, Van las legiones segando Á sable, lanza y puñal. Mas ¡ay! sus nobles cabezas Se doblan ensangrentadas, Y se miran pisoteadas Por la meznada feroz. ¡Será, gran Dios, que tu diestra Mi patria infeliz azota, Y que su bandera rota Sea alfombra al opresor! Mas no, del fuerte Castelli En medio de la pelea El azul penacho ondea De los sicarios terror.

Levanta erguida el gaucho su cabeza, Cual soberbio pendon que el viento besa Desplegado á la luz, Cuya negra melena al aire flota, En la tostada frente á la que azota El ábrego del sud. El gaucho! noble tipo Americano, Que desdeña doblar ante un tirano Su indómita cerviz, Que despreciando halagos femeniles Conserva los alientos juveniles De una raza viril.

En la tercera jornada se tiene que arrostrar una de las mayores dificultades que presenta el Mamoré para su navegacion; pues hay un punto en el que estrechándose mucho su corriente, viene á ser mas impetuosa, y forma unos remolinos en embudo, demasiado rápidos para que las canoas puedan salvarlos sin aventurarse demasiado: es tal la violencia con que azota el agua al pasar por encima de ellas, que la débil embarcacion vacila y se bambolea como si hubiese chocado contra una roca.

Se vió agitar del mártir la cabeza, Y su ojo frio se volvió á encender, Y desatado el labio á la palabra, Clamó: «Sois hijos de ochocientos diezEn la llanura de la inmensa Pampa, Do de América el génio, firme estampa Su huella colosal; Do el Pampero con alas de gigante La nube azota y la ola que espumante Alza la tempestad.

Milord le dije volvámonos al coche, pues no hay para qué convertirse ahora en ola ni nube, como usted desea, y sigamos hacia Cádiz, que para agua bastante tenemos con la que llueve, y para viento, harto nos azota por el camino. Pero él no me hacía caso, y empezó a gritar en su lengua.

El empleado se retira con toda cachaza, y va a ocupar su asiento; la señora sale de la oficina con una rapidez de huracán, gesticulando y tartamudeando improperios contra el gobierno y los empleados, y, todavía, al toparse conmigo, me da un encontrón, y como un relámpago alcanza al cabo Pérez que, siguiendo sus paseos coquetos e inofensivos, ignora lo sucedido y le azota con esta frase, cuyo final va a perderse allá en los vericuetos del zaguán que da salida a la escalera, frente al despacho presidencial: ¡Ladrones!... ¡Permita Dios que venga el cólera y acabe con todos! ¡Fariseos!... ¡Asesinos!

De abajo arriba, mordiendo cada piedra á su inmediata, según se ha dicho, el faro constituye una sola mole, más compacta que la roca sobre que se asienta. La ola no sabe qué lado atacar: azota, rabia, pero resbala. Todo lo que consigue ganar con sus prolongados truenos es que el faro oscile y se incline un tanto.

Forman cerrada techumbre en el espacio las flechas despedidas por los indios con vigorosa destreza, y de las finas corazas el temple ponen a prueba, hasta parecer dudoso lo eficaz de su defensa; llegan, hieren y rebotan sin un instante de tregua y es pavoroso redoble el que sin cesar resuena, imitando el que produce de granizo nube espesa, cuando los vidrios azota con iracunda violencia.

También es inmenso mi dolor que se recrea en estos recuerdos de la niñez del mismo modo que el Océano infinito se recrea en juguetear con esos pequeños seres que pululan a millares, entre las rocas que azota con sus olas encrespadas... »Nessum maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria!... »Amaury.» «¡Qué cosa más rara! Antes de ser padre negaba yo que existiera otra vida.