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Allí dirigiendo los ojos, y a pesar de lo que ya anochecía, vieron desprenderse desde el boscaje obscuro de la ribera opuesta una como sombra aérea, ligera como el viento, que, deslizándose sobre el pretil del arco destruído, y salvándolo de un vuelo, no que de un salto, se acercaba ligeramente entre los saltos y caricias del gozque.

Ella era un genio para lo que procederíamos rudamente en llamar coquetería, porque su coquetería era tan sutil, tan aérea y tan refinada, que necesitaba de un nombre más peregrino y más nuevo.

Coronando el edificio, y sobre la aguja mas alta, se destaca impalpable y aérea la estatua de la Virgen, fundida en bronce, esbelta y admirable; su actitud atrevida revela un gran pensamiento, apénas tocan sus delicados piés el ligero pedestal que la sustenta; se lanza á los aires, toca apénas la tierra y esconde su cabeza en las nubes, es la corona del templo.

Tan cerca estaban que no podía evitar el encuentro, y la misma preocupación que me dominaba me lo hubiera impedido. Me encontraba, pues, cara a cara con la tranquila mirada y el pálido rostro de Magdalena. ¿Cómo por aquí? me dijo. Aun me parece oír su voz neta, aérea, con cierto acento del Mediodía que me hizo estremecer.

La parte inferior de las paredes, hasta una altura de diez pies, estaba revestida de pequeños azulejos, cuyos brillantes colores se enlazaban en artificiosos mosaicos. Enfrente de la entrada se abría una anchísima escalera de mármol, construcción aérea, sin más apoyo ni sostén que la sabia proporción de su masa enorme.

No fué esto por humanidad, sino porque los obreros que sujetaban con garfios de hierro las rocas aportadas por él exigían descanso. Gillespie pudo vagar durante la mañana por la costa inmediata al puerto. Un buque de guerra navegaba paralelo á la orilla para cortarle el paso si se echaba al agua. Una máquina aérea le seguía con perezoso vuelo.

Todos presentían que esta fuga había sido para reunirse con el rebelde Ra-Ra. Momaren se hallaba á estas horas en el palacio del gobierno hablando con el ministro de Policía, y los aparatos de transmisión aérea enviaban órdenes por toda la República para la detención de los fugitivos. No se interesó Flimnap por el paradero de Popito. Lo que á él le preocupaba era la suerte de su gigante.

Años atrás, en los últimos del reinado de David, había venido a Jerusalén un príncipe hiperbóreo, a quien de fama conocen sin duda mis lectores. Hablo del sapientísimo Abaris, que caminaba montado en una flecha. Si era la aguja de marear aplicada a la navegación aérea o algo por el mismo orden, no acertaré yo a decirlo en este momento.

Nueve siglos de existencia tiene ya, sin embargo, esta especie de creacion poética, que mas que una construccion de piedras, mármoles y mosáicos, columnas, arcos, impostas, zócalo y cúpula, se creeria una morada encantada, aérea é impalpable, labrada por las fadas del Oriente; y no hay el menor indicio de que tan maravillosa fábrica no pueda durar aun otros nueve siglos en igual estado.

Los que viven en ellas ó flotan en su superficie, á saber: los animales y los vegetales. Una nube roja de animálculos, trasladada por un vendaval del Orinoco á Francia, ha dado la explicación de la gran corriente aérea del Suroeste que refresca nuestra Europa con las lluvias de las cordilleras.