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Que usted se divierta mucho, Álvaro... contestó ella sin asomo de ironía. Pero a él se le figuró que se burlaba de su torpeza ridícula, de su miedo estúpido... y sintió vehementes deseos de ahogarla. La mano de la Regenta tocó la de Mesía sin temblar, fría, seca. Salió el buen mozo tropezando con el pavo real disecado y después con la puerta. En el pasillo se despidió de su amigo Quintanar.

Sobre esta fotografía se eleva, surgiendo del marco e inclinándose sobre el retrato, una fina y dorada pluma de pavo real; y esta pluma es como un símbolo de esta mujer altiva, desdeñosa, con su eterno gesto de displicencia que perpetuó Velázquez, que perpetuó Carreño, que perpetuó Del Mazo. El segundo cuadro es una litografía francesa. Se titula La Música; representa una mujer que toca un arpa.

Con el resto de la carne del pavo, lomo y jamón, se hace un picadillo y se pone en una vasija con la sal necesaria, pimienta molida, nuez moscada, dos cucharadas de jerez o vino blanco, se remueve todo, dejándolo reposar un par de horas, para que tome bien el adobo; después se agregan trufas cortadas, que se introducen bien mientras se va colocando en la piel del pavo, primero la mitad del picadillo, luego las tiras de pechuga y jamón y lomo, y encima la otra mitad del picadillo.

Todos los hombres, y peculiarmente los españoles, salvo algún extravagante, prefieren comer foie-gras y pavo trufado a comer chanfaina y revoltillos; vestir ricos paños y terciopelos, a vestir bayeta; vivir en un palacio, a vivir en una choza; y andar en coche, a andar a pie.

Sois unos valientes cazadores decía éste tranquilamente desde su escondite . La corza os ha dado el cambiazo, y estás sobre una falsa pista; y mientras que ese pavo va a cruzar en todos los sentidos para fatigarlos y arrastraros en su persecución, la corza pondrá a buen recaudo los ricos tejidos de Venecia, los aceros de Inglaterra y los cobres de Alemania que tiene encerrados en su vientre. ¡Vamos, vamos! ¡a la caza, y por esa estrella que comienza a brillar, pueda la mía ser dichosa esta noche, porque el sol baja!

Sin embargo, puedo asegurar que soy un buen muchacho, y excepción de una gran pasión por los pavos y un gusto loco por las mujeres lindas, no que tenga el más mínimo vicio. Amar a las mujeres lindas; eso no es un defecto. Lo que es yo, detesto las personas feas, a mi tía, por ejemplo. Pero asimilar un pavo a una mujer bonita, no es cosa muy halagüeña para esta última, primo mío.

Tamiza la luz una persiana verde, y una tenue cortina blanca de hilo vuelve a tamizarla y la difluye con claridad suave. Reina un profundo silencio; de rato en rato suena el grito agudo de un pavo real. Las palomas, que en el palomar de arriba saltan y corren, hacen sobre el techo con sus menudas patas un presto y entrecortado ruido seco. La alcoba es amplia y clara. Recibe la luz por un balcón.

Vuestra tía era horrible, señorita, me dijo volviéndose bruscamente. Mis lindos ojos compensaban su fealdad, respondí en igual tono. ¡Qué buena mesa! ¡Qué buen servicio! Todo andaba sin pies ni cabeza. ; pero ¡qué pavo! ¿Cómo no moristeis de una indigestión? Lo creí sinceramente, hasta el día en que os volví a ver aquí, Dios mío... en perfecta salud.

¡Se hace de rogar!... don Ricardo. ...pues... la «Pampita»... ¡Estás muy pavo! ¡...me... ha... desahuciado! ¡Eso no es cierto! no lo dirías en ese tono. Ciertísimo, Melchor. No te creo. Bueno, cuenta cómo fue dijo Lorenzo.

Comes buenos churrascos; andas a caballo; tomas aire puro y, contagiado por , acabarás por reírte de todo ese mundo de cosas deleznables y subalternas que actualmente te tienen envuelto en nieblas... ¡Contra las nieblas: sol, sol y mucho sol! y después vendrá sola, vibrante, sonora, la risa, la sana, la enérgica, la invencible, la fecunda, la suprema demostración de que no somos tan... animales... ¡Ríete!... ¡no seas pavo!... ¡¡Ríete!!... ¡Como yo!... ¡Así...!