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Mirábame con ojos donde chispeaba la gana de soltar una carcajada. Paré, pues, en firme la lengua, y más colorado que un pavo tosí tres o cuatro veces hasta reventar, supremo disimulo que hallé entonces, y le pregunté, afectando gran dominio de mismo, cuántos vasos había bebido ya. Entablamos una conversación indiferente. Sin embargo, a los pocos momentos ella misma volvió a sacar la otra.

Osorio viene jugando a la baja hace tiempo y los fondos se empeñan en subir respondió el estadista levantando la cabeza con gesto petulante de pavo real. En el tono con que pronunció estas palabras se advertía satisfacción. Para un ministro, jugar a la baja es siempre un crimen digno de castigo.

Se puso lo mismito que un pavo, y dijo que él no quería meterse en... No dijo eso saltó Juanito, suspendiendo la bebida. Que , hijo; dijo que no quería meterse en estos... no qué. Que no dijo eso, mamá. No alteres también la verdad de los textos. Pero hijo, si lo he oído yo. Aunque lo hayas oído, te sostengo que no pudo decir eso... vaya. ¿Pues qué?

Gustábale calzarse en el pie derecho el grueso escobillón, y arrastrando el paño con el izquierdo, andar de un lado para otro en la vasta pieza, con paso de baile o de patinación, puesta la mano en la cintura y ejercitando en grata gimnasia todos los músculos hasta sudar copiosamente, ponerse la cara como un pavo y sentir unos dulcísimos retozos de alegría por todo el cuerpo.

Sentíase la buena señora transportada a sus verdes años; casi olvidaba su pobreza, y movida del generoso instinto que en aquella edad primera había sido fundamento de su carácter imprevisor y de sus desgracias, propuso a Nina que se trajeran para Frasquito dos botellas de Jerez, pavo en galantina, huevo hilado, y cabeza de jabalí.

Batilos... a batilos, chilló al oírlo una rubilla carrilluda, que cabalgaba en la pierna izquierda de un capitán de infantería portador de formidables mostachos. Nisita, no seas fastidiosa: te llevo a mamá amonestó una de las mayores, con gravedad imponente. Pué teo batilos, batiiilos berreó descompasadamente la rubia, colorada como un pavo y apretando sus puñitos.

Para comprar un pavo, las familias más refractarias al ahorro consagran desde noviembre algunos cuartos a la hucha. ¿Cómo podían faltar los de Relimpio a esta tradicional costumbre?

Ocupaba el primero, como hábil capitán, las alturas sinuosas, y los desalmados del bando contrario se dispersaban por el llano, al borde de los charcos verdosos. Habíalos seguido el pavo, y colocándose en lugar seguro, de donde dominar pudiera la perspectiva del campo de batalla, les animaba con sus guerreros toques a degüello.

Eres una gran mujer, Martita decía Ricardo con la boca llena . Se te puede comprar al peso, y eso que no debes pesar poco, a juzgar por las señales de que no quiero hacer mención porque no me llames pesado... En cuanto vea a Manolito López le diré que no piense en otra mujer si quiere ponerse gordo y rollizo (que buena falta le hace)... Si a me cuidas de ese modo, ¡cómo le cuidarás a él!... Basta, basta, Martita, no me pongas tanto dulce... quieres, por lo visto, que pille una indigestión aquí en secreto... Está bien ese pavo: merece los honores que le he hecho...

Parecía un pavo cuando la excitación de la pelea con otro pavo le convierte en animal feroz. El honor expresó Juan . ¡Bah!, el honor es un sentimiento convencional... Ido se acercó paso a paso a Santa Cruz y le tocó en el hombro muy suavemente, clavándole sus ojos de pavo espantado.