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Inspeccionó la mesa con aire alegre, tomó la sopa sin cesar de hablar, felicitó a Susana por su cocina y lanzó verdaderos gritos de júbilo a la aparición del pavo. Es preciso convenir, señor cura dijo, que la vida es una dulce invención y que Heráclito era un estúpido de marca mayor. No hablemos mal de los filósofos respondió el cura, suelen tener algo bueno.

Estando yo allí, una noche, por no qué fenómeno desconocido desde treinta años atrás, aquella zona de escarchas invernales agitose sobre la ciudad dormida, y Blidah se despertó transformada, empolvada de blanco. En aquel aire argelino, tan tenue y tan puro, semejaba la nieve polvo de nácar, con reflejos de plumas de pavo real. Lo más hermoso era el bosque de naranjos.

Has dicho una gran verdad, Susana; pero contéstame. ¿Un capón será bastante? No es un capón, señorita, es un pavo; mire usted. Y Susana, con un sensible ímpetu de orgullo, abrió el asador y me hizo admirar el ave que bien cebada por sus cuidados y los de Petrilla, pesaba por lo menos doce libras.

Mas nada me divertía tanto como ver a cada instante en la puerta de un jardín, dos mandarines panzudos que para entrar se hacían infinitas zalemas y cortesías, sonriendo, todo un ceremonial dogmático, que les hacía oscilar de un modo picaresco sobre las espaldas las largas plumas de pavo.

¡Ahí está Hipólito!... exclamó Melchor y asomándose por la ventanilla del coche que aun marchaba, le gritó: ¡Hipólito!... ¡Hipólito!... ¡aquí!... ¿Quién es ése, ché? El cochero de la estancia... ¡verán qué tipo!... toma tu valijita, Lorenzo... y para ti Ricardo, toma... ¡ que no puedes pasarte sin los diarios!... ¡No seas pavo!...

Es mejor café con leche; el mate produce acidez al estómago cuando no se está acostumbrado a tomarlo como desayuno.. ¿Y lo estás?... No; pero a no me hace nada. Si... por darte corte con esta gente... toma café con leche... no seas pavo le dijo Ricardo. Contesta... ¡macaneador!... ¿cuántos terrones?... Para , tres dijo Lorenzo. Para ... cinco. ¡Y querías tomar mate amargo!...

Ramiro la había descifrado días antes, con el auxilio de un padre dominico. Veíase, hacia la izquierda, a María Padilla, la favorita de don Pedro, sentada en fabuloso jardín, amarillo y azul. Un pavo real abría su fastuosa pantalla junto a un estanque.

Y decir que por eso lo han hecho pasar a la posteridad... Tal vez insinué yo, viviera con varias tías, y eso le habría agriado el carácter. El señor de Couprat se detuvo sorprendido y estalló luego en una carcajada. El cura abrió tamaños ojos, pero mi tía, en brega con el pavo, al que trinchaba con arte, fuerza es confesarlo, no me oyó. La historia, primita, no dice nada al respecto.

Fíjate en eso y recuérdalo siempre; de algo te ha de servir ser amigo de un sabio que ha visto mucho y conoce la vida. La hembra es un animal de escaso caletre; fantasiosa lo mismo que el pavo, tonta como una marica sobre un canto. Dele usted su buen vestido, su buena bota ajustada y demás exigencias del rumbo, y la tendrá usted contenta.

Otras son más guapas, otras tienen más ingenio, otras hay más elegantes; y sin embargo, es el número uno, el número único. De gustarme pasa a enloquecerme, y noto en lo que no había notado nunca, una alegría, una tristeza... ganas de llorar, de reír, y aun de hacer el tonto delante de ella. Nada, que a los cuarenta y ocho años me sale el sarampión y la edad del pavo.