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Clementina escuchólo con mal refrenada alegría y le metió los dedos en la boca hasta que la pánfila señora de Calderón desembuchó lo que tenía dentro y pudo convencerse de que Tomás ardía en amores por ella.

Cada día te alejas más de María Teresa. La habitúas a no ver en ti más que un empleado fiel, cuando debías hacerle comprender tu gran valor. , que tienes tan buena presencia como cualquiera de los jóvenes que la rodean; , en cuanto estás cerca de ella, tomas un aire sombrío y unas actitudes tímidas que te perjudican.

Tomás, etc. hasta que entró el cura de Los Baños á anunciar que el almuerzo estaba servido. Su Excelencia se levantó y así se cortó la discusion. ¡Ea, señores! dijo; ¡hoy hemos trabajado como negros y eso que estamos de vacaciones! Alguien dijo que los asuntos graves deben tratarse en los postres. Yo soy en absoluto de esa opinion.

Lo que tuvo lugar allí no ha trascendido fuera, pero a la mañana siguiente se supo que el señor Tomás había dado con el hijo pródigo. Sin embargo, ni la apariencia de los modales del joven justificaban a un perspicaz observador la anterior narración.

Overtura Militar "Patria", Marín Varona. Banda del Cuartel General. Mosaico "Cuba", Anckerman. Banda Municipal. Selección de la ópera "El Conde de Luxemburgo", F. Lehár. Banda del Cuartel General. Habanera "Cuba", Sánchez Fuentes. Banda Municipal. "Potpourrit cubano", Marín Varona. Banda del Cuartel General. "Rapsodia cubana", Tomás. Banda Municipal.

El padre Tomás movió la cabeza, la abuela me miró con expresión de alarma y la de Ribert y Genoveva parecieron confusas. Es duro añadí bajando los ojos, ser engañada por la amistad y por lo que se cree ser el amor... Nadie respondió.

Tomas Candish pasó bien el Estrecho Mas no tomó jamás en Chile puerto, Que piensa de hacer mejor su hecho Hallando algun navio sin concierto. Guiado de interes en su provecho, De la costa el camino lleva cierto Al puerto Arica, mal fortalecido; Y oid como la cosa ha sucedido.

Después que hubo terminado la partida, don Jorge se retiró con el joven especulador detrás de la puerta, y allí le dijo estas o parecidas palabras: Tomás, eres un buen muchacho, pero no sabes jugar ni por valor de un centavo; no lo pruebes otra vez si has de seguir mis consejos.

De pronto, su errante mirada cayó sobre la pálida fisonomía de Carlos Tomás, y con un destello de infantil inteligencia y una débil risa de falsete, echose hacia adelante, agarrose a la mesa, hizo caer los vasos, y, finalmente, se dejó caer sobre el pecho del joven. ¡Carlos! ¡Caramba de truhán! ¿qué tal?

Ana había notado que todas las tardes se encontraban con don Tomás Crespo, el íntimo de la casa, y un caballero que se la comía con los ojos. Don Tomás era una de las pocas personas a quien ella estimaba de veras, por ver en él prendas morales raras en Vetusta, a saber: la tolerancia, la alegría expansiva, y la despreocupación en materias supersticiosas.