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Y en cuanto á las imitaciones de capillas, de iglesias góticas tan incómodas para vivienda, dejemos á un lado esas monadas ridículas.

5.º Dicho conocimiento y la conciencia de él, les pertenece á las mónadas individualmente, sin que Leibnitz pensase ni remotamente en ese absoluto, fondo de todas las cosas, que con sus trasformaciones se eleva de naturaleza á conciencia, ó desciende de la region de la conciencia y se convierte en naturaleza. Lo ignoramos; nos ilumina para lo demás, pero para conocerla á ella misma.

Y mi amigo Reginaldo, rubio, de piernas largas y seis pies de alto, el tipo perfecto del inglés muscular y flexible, aun cuando estaba dedicado al comercio de frivolidades y monadas femeninas, se calló lanzando un sordo gruñido de disgusto, y encendió cuidadosamente un nuevo cigarro.

Chupaba la niña y tosía haciendo monadas; chupaba Angelito para darle magistral ejemplo, y tomaba a chupar y a toser la colegialita, encontrando el juego muy divertido. Parecía complacerla mucho tener por maestro un grande de España, y procuraba estudiar el chic de aquellas ilustres damas, que como modelos de distinción le proponía su madre.

Allí se ve también a miss Carolina Godwin, poetisa lírica muy apreciada en Inglaterra, no muy joven y nada linda, aunque gusta a algunos por sus monadas de pájaro asustado y por una especie de gorjeo de que se sirve para expresar sentimientos supraterrestres e ideas de una elevación que causa vértigos.

Le enamora el eterno desenvolvimiento de la idea, y su conciencia rechaza el cambio perpetuo, y el pensamiento de que provenga ya nazca lo más de lo menos, lo consciente de lo inconsciente, el ser del no ser. Para afirmar en su mente la existencia de un Dios personal y de la inmortalidad del alma, vuelve con amor a las monadas de Leibnitz. Dios le parece la monada eterna e infinita.

Así lo piensan los defensores de las causas ocasionales; y á esto viene á parar tambien la armonía prestabilita de Leibnitz, en la cual todas las mónadas que constituyen el universo, son como otros tantos relojes, que aunque independientes los unos de los otros, andan acordes con admirable precision.

En primer lugar, siendo la representacion de las mónadas una mera hipótesis, no sirve para explicar nada, á no ser que la filosofía se convierta en un juego de combinaciones ingeniosas. El yo es una mónada, esto es, una unidad indivisible; en esto no cabe duda; el yo es una mónada representativa del universo; esta es una afirmacion absolutamente gratuita.

En los seres que tenemos por inanimados, ¿hay alguna participacion de esa facultad misteriosa? ¿Se compondrá el universo de un conjunto de mónadas dotadas de cierta percepcion, como pretende Leibnitz? Esto es una hipótesis destituida de fundamento; pero siendo tan limitados nuestros medios de observacion, andemos con mesura al señalar un linde á la region de la vida.

El cura me echó una mirada rápida que significaba: «Va usted a estudiar en lo vivoAprovechando las efusiones a que se entregaban la abuela y la señorita Sarcicourt, el padre Tomás se retiró, con gran desesperación de aquellas señoras, que querían retenerle. ¡Oh! señor cura, soy yo quien le echa... Qué lástima... murmuraba la señorita Sarcicourt haciendo monadas.