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En un ángulo de la sala estaban agrupados los cuatro candelabros con sus cirios apagados, las mechas duras y achatadas sobre la cera, que había formado al derretirse una masa de coagulaciones semejantes a las labores góticas de una abadía; a un lado de ellos estaba la manta de pana negra, raída, con sus guardas galonadas.

Muy cerca del puente, sobre el puerto mismo, se levanta la linda cúpula dorada de la Torré-de-Oro, que parece cubierta de escamas relucientes. Al pié mismo de la torre de la Giralda veiamos la masa estupenda y romántica de la catedral, cuyas formas góticas y color sombrío la hacian parecer una montaña de granito despedazada en cien picachos, agujas, arcos atrevidos y enormes grietas.

Pero mirando hácia abajo, hallaba á Europa, con sus tradiciones romanas y góticas, sus prodigios de arte, su animación industrial y comercial, sus grandes progresos de locomocion, y sus lamentables contrastes de opulencia y miseria. La contemplacion de aquel panorama desconocido me hizo meditar durante largas horas, y creo que nunca olvidaré las impresiones allí recogidas. Hidrografía.

Más ricas en monumentos árabes son Córdoba, Sevilla y Granada, en obras romanas Mérida y Segovia, en góticas los reinos de León y Castilla la Vieja; pero ninguna ciudad como Toledo lo encierra todo; ninguna como ella puede ostentar juntamente grandes obras de todos los tiempos y de todos los períodos del arte.

A nuestras góticas catedrales y á nuestros moriscos palacios les encuentra el defecto de que al pié de sus muros se alce la albahaca silvestre y el agreste tomillo, circunstancias poco en consonancia con los monumentos franceses.

Con las guerras y las amistades se fueron juntando aquellos pueblos diferentes, y cuando ya el rey pudo más que los señores de los castillos, y todos los hombres creían en el cielo nuevo de los cristianos, empezaron a hacer las iglesias «góticas» con sus arcos de pico, y sus torres como agujas que llegaban a las nubes, y sus pórticos bordados, y sus ventanas de colores.

Después fuimos hallando muchas casas góticas ó platerescas, en cuyas lindísimas portadas se veían grandes escudos que nos indicaban la familia á que pertenecían ó habían pertenecido. El sol de los Solís, las cinco lises de los Maldonados, y, sobre todo, las estrellas de los Fonsecas, abundaban más que ningún otro blasón.

Según dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada; en el altar mayor pendían aún de las altas cornisas los rotos jirones del velo con que le habían cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veíanse algunos retablos adosados al muro, sin imágenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extraños perfiles de la obscura sillería de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de timbres, escudos y largas inscripciones góticas; y allá á lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y á lo largo del crucero, se destacaban confusamente entre la obscuridad, semejantes á blancos é inmóviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mármol de sus tumbas, parecían ser los únicos habitantes del ruinoso edificio.

Es un templo remendado, construido en el sitio de la gran mezquita, con una mezcla informe de obras góticas en la forma general y complementos del Renacimiento, como la cúpula; donde se ven las ogívas góticas mano á mano con las molduras y los dorados de orden compuesto, clamando á Dios unas y otros contra los incongruentes arquitectos.

Las sombrías iglesias bizantinas, las misteriosas catedrales góticas, los risueños templos de la Grecia, las aterradoras profundidades de la India me parecen mezquinas ante ese inmenso santuario que lleva sobre haces de montes la estrellada bóveda del cielo.