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Encontraron uno que parecia rio, por cuyas orillas subieron, y á cosa de una legua ya no habia mas que señales de que por allí corria hasta aquella entrada del mar algun arroyo de agua en tiempo de lluvias, ó al derretirse las nieves, aunque entonces estaba totalmente seco, por lo cual se reconoce ser fabuloso el rio que en esta bahia pintan algunos en sus cartas, ni se halla agua dulce, ni leña, ni árbol alguno.

En un ángulo de la sala estaban agrupados los cuatro candelabros con sus cirios apagados, las mechas duras y achatadas sobre la cera, que había formado al derretirse una masa de coagulaciones semejantes a las labores góticas de una abadía; a un lado de ellos estaba la manta de pana negra, raída, con sus guardas galonadas.

¿Qué había de hacer don Paco sino ufanarse, enternecerse, derretirse y perdonarlo todo al oír tan dulces y apasionadas frases en tan linda y fresca boca? No sabía, sin embargo, qué decir ni qué hacer, y, como generalmente ocurre en tales ocasiones, dijo no pocas tonterías.

Y ya desde muy hondo, a punto de derretirse mi conciencia vigilante, comenté, se me figura que en voz alta: ¡El don de lenguas! ¡La Pentecostés! Desperté a las dos de la tarde. Don Guillén había desaparecido del diván y de Madrid. Sobre mi mesa destacaba un blanco escrito, que decía: «Adiós, buen amigo.

Jadeantes, miserables, cubiertos de polvo que en lodo convertía el sudor, sentían derretirse sus cerebros, flotar luces en el espacio, manchas rojas en el aire.

«La doctrina que afectaban profesar se reducía á recomendar á sus secuaces larga oración y meditación sobre las llagas de Cristo Crucificado, de la cual oración, hecha del modo que ellos aconsejaban, venían á resultar movimiento del sentido, gruesos y sensibles, ardor en la cara, sudor y desmayos, dolor de corazón y movimientos libidinosos, que aquellos infames llamaban derretirse en amor de Dios.

Media docena de esos hombres de buen gusto, que á todo van á un baile más que á bailar, se hicieron las siguientes reflexiones: «Que la pasión de la danza tiene hondas raíces en la buena sociedad de este pueblo, es innegable: nosotros la hemos visto bailar sobre el húmedo retoño de las praderas, entre las coles y cebollinos de las huertas, sobre los guijarros de la Alameda y sobre los adoquines del Muelle; derretirse los sesos bajo un sol africano á las cuatro de la tarde, por llegar á las cinco á la romería y bailar en ella hasta las siete, volver después, al crespúsculo, medio á tientas, por callejas y senderos, y aliquando meterse en barro hasta las corvas..., y siempre impávidas, y siempre pidiendo ¡más!

Y se puso a describir detalladamente los rostros de los santos, que, desde luego, eran todos buenos y nobles. Después se levantó, dio algunas vueltas por la estancia, hizo algunos ejercicios gimnásticos y, al fin, se detuvo junto a la ventana abierta. ¡La nieve comienza ya a derretirse! dijo . ¡Me da un gusto!... ¿Qué vamos a hacer hoy, doctor? ¿Quiere usted romper el hielo del estanque?

Porque traes pechera rizá y botones de brillantes y botas de charol ¿no hay más remedio que derretirse por ti? No, hijo, yo no me enamoro de la lencería ni de esos requiebros mohosos que traes siempre en la boca. Anda, á emplear tanta gala con las infelices que te han escuchado.

Y allí, delante del pobre Shumarkoff, salían del monte helado los colmillos, gruesos como troncos de árboles, de un animal velludo, enorme, negro. Como vivo estaba, y en el hielo transparente se le veía el cuerpo asombroso. Cinco años tardó el hielo en derretirse alrededor de él, hasta que todo se deshizo, y el elefante cayó rodando a la orilla, con ruido de trueno.