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Se recordaban las flotas enviadas por Salomón al monte Sopora, que otros llamaban Ofir y algunos creían ser la isla de Trapobana. Las naos del sabio rey, después de tres años, volvían cargadas de oro, plata, piedras preciosas, pavones y colmillos de elefantes.

Todos los movimientos del compadrito revelan al majo: el movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero, hasta la manera de escupir por entre los colmillos, todo es un andaluz genuino. Del centro de estas costumbres y gustos generales se levantan especialidades notables, que un día embellecerán y darán un tinte original al drama y al romance nacional.

Observándose, no obstante, en tan gallardo ejemplar femenino rasgos reveladores de su extracción: la frente era corta, un tanto arremangada la nariz, largos los colmillos, el cabello recio al tacto, la mirada directa, los tobillos y muñecas no muy delicados.

Pocos, muy pocos, de los más vivaces, de los más aguerridos, de los más crueles, procrean á semejanza nuestra. Hales impuesto la Naturaleza el peligro de darse un abrazo; abrazo terrible y sospechoso. Por sabrosas que puedan ser sus carnes á sus propios ojos, híncanse sus sierras y sus mortíferos colmillos.

Los navegantes de vuelta de África traían manojos de plumas de avestruz, colmillos de marfil, y estos tesoros y otros iban a adornar los salones de la casa, perfumados por misteriosas esencias, regalo de los corresponsales asiáticos.

Los había de varias razas y tamaños, todos sucios, con los ojos amarillentos y una baba rabiosa en los colmillos: animales casi salvajes, que sólo de tarde en tarde veían llegar algún pobre, y sentían feroz extrañeza ante Isidro, irritados por su exterior de hombre de ciudad. No ladraban.

Stanley está allá ahora, viendo cómo comercia, y salva del Mahdí, al gobernador Emín Pachá. Muchos alemanes y franceses andan allá explorando, descubriendo tierras, tratando y cambiando con los negros, y viendo cómo les quitan el comercio a los moros. Con los colmillos del elefante es con lo que comercian más, porque el marfil es raro y fino, y se paga muy caro por él.

Y la caza fue larga; los negros les tiraban lanzas y azagayas y flechas: los europeos escondidos en los yerbales, les disparaban de cerca los fusiles: las hembras huían, despedazando los cañaverales como si fueran yerbas de hilo: los elefantes huían de espaldas, defendiéndose con los colmillos cuando les venía encima un cazador.

Este es corto, de modo, que al hacer presa el caimán y cerrar la boca tropiezan sus poderosos colmillos en la mazorca de abacá, cuyas sueltas hebras se le introducen en la unión de aquellos, haciendo imposible su rotura; en tal estado, el animal se enfurece, hace esfuerzos supremos y rompe la cuerda que sostenía del mangle el anzuelo; mas esto le es imposible hacer con la suelta madeja.

La fiera había nacido para ser libre: tenía derecho á la vida de las selvas, sin obstáculo alguno, como en su primera edad, «Goza de tu libertad, pobre pantera», decía abriendo la jaula. Y el animal, al salir de un salto, mostraba su agradecimiento al libertador haciendo uso de su fuerza, abatiéndole de una zarpada, desgarrándole el pecho con los colmillos.