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Lo que siguió fué más agradable, la mujer del domador, vestida con un traje de lentejuelas, entró en la jaula del león, jugó con él, le hizo saltar y ponerse de pie, y después Linda dió dos o tres volatines y vino con un monillo vestido de rojo a quien obligó a hacer ejercicios acrobáticos. El espectáculo concluía. La gente se disponía a salir. Martín vió que el domador le miraba.

Las fatigas de los primeros ejercicios, el movimiento confuso de la capital, tan nuevo para él, no le dejaban lugar para abandonarse a sus ideas; solamente cuando estaba tendido sobre su catre, a la hora tranquila del crepúsculo, la melancolía y los recuerdos lo asaltaban con una violencia extraordinaria.

En este género de versos, que prueban el espíritu, un tanto chancero, de Salinas, es donde más lucía su ingenio, que llegó hasta componer un poema burlesco sobre los Ejercicios de San Ignacio, que fué impreso después de haber corrido por largo tiempo manuscrito con no poca aceptación.

No pudo conseguir semejantes esperanzas de otro, que exhortado del P. Tolú á que ajustase las cuentas de su conciencia con Dios por medio de los ejercicios espirituales, luciese confesión general antes de emprender un largo viaje le protestó con varios colores aparentes, que no podía; mas apenas había caminado pocas leguas, cuando sorprendido de una furiosa enfermedad, en pocos días se puso en camino para la otra vida, con poco ó ningún aparejo.

Tratando de medir el cariño que sentía por su amiga, Maximiliano hallaba pálida e inexpresiva la palabra querer, teniendo que recurrir a las novelas y a la poesía en busca del verbo amar, tan usado en los ejercicios gramaticales como olvidado en el lenguaje corriente. Y aun aquel verbo le parecía desabrido para expresar la dulzura y ardor de su cariño.

Por la tarde tenía su famosa tertulia de canónigos y graves señores, a los que recibía con un aire de soberana. Estos eran los que iban a heredarla, como mandatarios y representantes de varias corporaciones de carácter religioso. La debía visitar inmediatamente, sorprenderla en su soledad después de la misa y los ejercicios matinales. Doña Juana vivía en un palacio inmediato a la catedral.

Se ocupa de los Jardines Botánicos para colegios, y da modelos para ejercicios de lecciones con hojas y flores. =Libro Primero de Zoología.= Por el Doctor JUAN GARCÍA PURÓN. Obra adoptada de texto en España y varios países Hispano-Americanos.

La verdad es que yo quisiera tocarlo todo en seguida, y al ver que no puedo y que he de fastidiarme mucho con ejercicios y escalas, me enfurezco y me entran ganas de dar puñetazos al piano. Y el travieso bebé decía esto con tonillo irritado, levantando el puño. Pero ahora continuó en tono más dulce , ya que no puedo ser pianista, me dedico al canto.

Retiróse á una soledad, en donde pasó el resto de sus días en prácticas piadosas y en ejercicios expiatorios, muriendo en olor de santidad. Un escritor de esa época refiere que, á su muerte, tocaron por mismas las campanas, y que, al dar sepultura á su cadáver, sucedieron otros milagros.

De un momento á otro llegarían las señoras para hacer sus ejercicios en la capilla. Pero el hermano sentía cierta pena por separarse tan pronto de aquel señor devoto que le escuchaba sin pestañear como si le admirase. ¿Quiere usted ver el monasterio? le preguntó.