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Estos poetas, y especialmente los dos primeros y el último, gozaron en su tiempo de gran celebridad, según testifican las repetidas alabanzas, que de ellos hacen los autores coetáneos ; pero luego cayeron de tal modo en olvido, si se exceptúa Guillén de Castro, que acaso desde hace dos siglos se escriben aquí sus nombres por vez primera.

La fuerza de la sangre, para la de igual nombre de Guillén de Castro. En las literaturas extranjeras encontramos las imitaciones siguientes: La force du sang, de Hardy. L'amant liberal, de Bouscal y de Bey, y una tragicomedia de Scudery. Les deux pucelles, de Rotrou, de Las dos doncellas de Cervantes. The spanish gipsy, de Midleton Rowley, de La gitanilla y La fuerza de la sangre.

GUZMÁN. Pero todo ello no es nada, nada; travesuras de la juventud. ¿No sabéis que está perdidamente enamorado de doña Leonor de Sesé? GUZMÁN. La hermana de don Guillén, de ese hidalgo orgulloso... FERRANDO. La más hermosa dama del servicio de la reina. GUZMÁN. Seguro.

Acordóse que los dos, con D. Guillén de Barbarán y el Sargento Hidalgo, fuesen á verlo en presencia de muchos soldados, y hicieron entrar en la cisterna un moro que se llamaba Xama, que era de los que les pesaba de ver que se tratase de rendir el fuerte, porque era muy valiente y había mucho que servía en nuestra caballería, en la Goleta y Sicilia, y habiendo salido de la isla á acompañar al Infante de Túnez, le dejó en tierra firme y se volvió á meter en el fuerte, diciendo que, pues en tiempo de paz había llevado el sueldo del Rey, quería venir á servirle en la guerra.

Angustias se arrojó a los pies de don Guillén. Se abrazaba con ellos, escorzando, el cuello dúctil y albo; se los regaba de lágrimas; se los enjutaba con la cabellera copiosa y cobriza. Y se reprodujo la imagen emotiva que con línea ingenua y tintas translúcidas bosquejaron los santos melodas del Breviario.

Y ya desde muy hondo, a punto de derretirse mi conciencia vigilante, comenté, se me figura que en voz alta: ¡El don de lenguas! ¡La Pentecostés! Desperté a las dos de la tarde. Don Guillén había desaparecido del diván y de Madrid. Sobre mi mesa destacaba un blanco escrito, que decía: «Adiós, buen amigo.

La casualidad ha hecho llegar hasta nosotros la noticia de la existencia de algunos juglares sevillanos, entre los cuales debió de gozar de gran prestigio, un tal Guillen, que fué vecino de la collación de San Esteban, y como tal se le cita en el Libro del Mayordomazgo mayor de esta ciudad del año 1407, consignando que era «franco por privilegio del Rey

3 Contra el amor no hay engaños, de D. Diego Enríquez. 4 El hijo de Marco Aurelio, de D. Juan de Zavaleta. 5 El nieto de su padre, de D. Guillén de Castro. 6 Osar morir da la vida, de D. Juan de Zavaleta. 7 A lo que obliga el ser Rey, de Luis Vélez. 8 El discreto porfiado, de tres ingenios. 9 La lealtad contra su Rey, de Juan Villegas. 10 La mayor venganza de honor, de D. Álvaro Cubillo.

La poesía dramática había llegado entonces en Valencia á grande altura por los esfuerzos de los eminentes poetas Cristóbal de Virués, Francisco Tárrega, Gaspar Aguilar y Guillén de Castro, y ofrecía sobrados alicientes á Lope para ceder á su inclinación á cultivarla.

Psss... bisbiseó Fidel, requiriéndome con cabezadas a que me acercase más . Levante usted el mantelillo. Levanté una punta. Descubrí abundancia de guisos y viandas, entre otras, un opulento trozo de roastbeef. Es la comida de don Guillén indicó el camarero . Si no promiscua, o promiscúa, que yo tampoco cómo se pronuncia, al menos come de carne.