United States or New Zealand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Nos fijamos más; pero no conseguimos sino ratificarnos en la idea anterior de que aquello era encaje. Aún á trueque de quebrantar los estatutos de la casa, la persona que nos conducia nos permitió que tocáramos el ribete en que nosotros veiamos positivamente una blonda. Tocamos; aquel tul no era tul, sino porcelana.
Deseosos de suprimir cuanto antes esta molestia general, los organizadores del desfile hicieron aparecer en el patio á una veintena de siervos desnudos, llevando entre ellos, muy tirante y rígida, una especie de alfombra cuadrada, de color blanco, con un ribete suavemente azul, y que ostentaba en uno de sus ángulos un jeroglífico bordado, que, según la declaración del profesor Flimnap, se componía de letras entrelazadas.
Pocos meses antes, los mismos objetos y muebles que allí había estaban limpios y ordenados: ahora el polvo velaba las tablas del aparador, grandes manchas de grasa afeaban las puertas a la altura de las manos, los visillos blancos del balcón parecían grises, los cojines en que don José apoyaba las piernas estaban medio destripados en el suelo, y el mugriento hule que servía de tapete a la mesa mostraba descosidas y colgando hasta la estera las tiras de su ribete de trencilla.
Marcháronse poco después los visitantes, dejando a mi tío muy fatigado con la conversación en que había tomado, por rebeldías de su temperamento, más parte de la que debiera, y yo llevé mi cortesía en aquella ocasión al extremo de acompañar a la familia de don Pedro Nolasco hasta el pedregal en que empieza a descender la cambera hacia el pueblo. ¡Qué graciosamente pisaba Lita con sus primorosas almadreñas, y con qué donaire se recogía los pliegues airosos de su vestido, que apenas dejaban ver dos dedos de media blanca sobre el ancho y peludo ribete de las zapatillas!
El cielo azul se me aparecía radiante y allá arriba resaltaba la serena cumbre de la montaña. Las nieves, bordadas por las aristas de las rocas como con delicados arabescos, brillaban con argentino resplandor y el sol las orlaba con un ribete de oro.
El frac negro, la corbata blanca y la cabeza perfumada en el mozo, no son el signo de una conquista reparadora en la vía del derecho, no suponen una humanidad que se enaltece enalteciendo al hombre; que glorifica al hombre, glorificando el pensamiento de un principio hacedor y universal; no es la historia, redimida á precio de sangre y de virtud en el Evangelio; redimida en la cruz á precio de una verdad sublime, de un dolor sublime tambien, de una paciencia más sublime todavía; no es la historia cristiana que entrega al mundo el dia magnífico de la moral, no: no es el santo eso que veis ahí; es un trozo de mala madera que se viste de santo, para que sobre el ribete de su peana caiga la ofrenda del necio creyente.
Esparcidos a largas distancias, apenas si se destacaban como negras verrugas los chozones y ranchos de los pastores, hechos de ramaje y tan bajos de techumbre que parecían viviendas de reptiles. Aleteaban las palomas torcaces en el cielo alegre de la tarde. Las nubes se contorneaban con un ribete de oro, reflejando el sol poniente.
Corrió el animal hacia su amo, el pequeñuelo alargó las manitas, y mientras el hombre sacaba de la cesta, y partía la dorada libreta, la muchacha, sin dejar de mirarle, apartó a un lado la ensalada, sacó la botella del tinto, la servilleta, las cucharas de palo, y sobre el hondo plato de loza blanca, con ribete azul, volcó el puchero de cocido amarillento y humeante.
Según dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada; en el altar mayor pendían aún de las altas cornisas los rotos jirones del velo con que le habían cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veíanse algunos retablos adosados al muro, sin imágenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extraños perfiles de la obscura sillería de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de timbres, escudos y largas inscripciones góticas; y allá á lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y á lo largo del crucero, se destacaban confusamente entre la obscuridad, semejantes á blancos é inmóviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mármol de sus tumbas, parecían ser los únicos habitantes del ruinoso edificio.
Allí se juega con furor, se suelen hacer enormes ganancias en pocas horas, aunque por regla general los amateurs salen con los bolsillos limpios, y con deudas de ribete, y la vanidad y la codicia se ofrecen en su desnudez; siendo muy notable sobre todo el entusiasmo con que las mujeres solicitan los favores de la suerte. ¡Desgraciado el que se pique de galante al lado de aquellas jugadoras cubiertas de encajes, cuando la suerte les es adversa!
Palabra del Dia