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El aina rebozóse en la capa, e asomando el rostro como cauto ballestero por saetir, repasó la calle, ojeando la fenestra de suso nombrada, e trasflor de verdes vidrios de Venecia, atisbó la figura de la enjaulada, que ni punto más ni punto menos semejaba a don Satanás enfaldado, e faciendo gentil mesura, volvió el cantón de la vecina calle enderezando a su casa para atender la escura noche.

Díxele á ella: Omillome bella; Diz que bien corres, Aquí no te engorres, Que el sol se recala. Dix él: frío tengo, E por eso vengo A vos, fermosura; Quered por mesura Abrir la posada. Dixo la moza: Cormano, la choza Está defendida. Non habedes guarida Sin facer jornada

Sus personajes pronuncian discursos inmoderados; extiéndense en pomposas pinturas y declamaciones: pero su lenguaje no se ajusta á las circunstancias y á los caracteres de los interlocutores: ignoran las gradaciones y transmisiones delicadas, confundiendo con lo sublime lo vulgar; apresúranse cuando debieron caminar lentamente, y al contrario, pierden el tiempo sin mesura cuando se necesitaba gran celeridad y movimiento. ¡Cuán de otra manera sucede en las comedias de Lope! ¡Qué oportunidad y encadenamiento en sus diálogos! ¡Cómo se acomodan las palabras de los personajes á sus caracteres especiales! ¡Cómo sigue el curso de la acción! ¡Cómo varía á cada instante! ¡Cuán firme es, y al mismo tiempo cuán movible!

Toda esta lición tomaron bien de memoria, y otro día bien de mañana se plantaron en la plaza de San Salvador, y apenas hubieron llegado, cuando los rodearon otros mozos del oficio, que por lo flamante de los costales y espuertas vieron ser nuevos en la plaza; hiciéronles mil preguntas, y a todas respondían con discreción y mesura.

El obispo es un señor simpático; es nervioso, impresionable, vivo; no sabe hablar; se azora cuando ha de decir en público cuatro palabras; pero tiene una excelente biblioteca de libros viejos y novísimos; lee mucho; entiende lo que lee, y escribe atinadamente y con cierta mesura de las cosas que opugna.

Pronto notó Ojeda una transformación en el carácter de Teri. Perdía por momentos su alegre inconsciencia de pájaro loco. Era más grave en sus palabras; mostraba una mesura conservadora en sus juicios sobre el amor. Ella, que al principio le incitaba a narrar las aventuras de su pasado, riendo gozosa cuanto más incontables eran, palidecía ahora con un gesto de protesta.

Todo esto oyeron el visorrey y don Antonio, con otros muchos que allí estaban, y oyeron asimismo que don Quijote respondió que como no le pidiese cosa que fuese en perjuicio de Dulcinea, todo lo demás cumpliría como caballero puntual y verdadero. Hecha esta confesión, volvió las riendas el de la Blanca Luna, y, haciendo mesura con la cabeza al visorrey, a medio galope se entró en la ciudad.

La retiró, se volvió lentamente, quitó la música del atril para colocarla sobre el piano, todo con pausa y mesura, y me miró de nuevo con esforzada y dolorosa sonrisa: ¿Y si yo... le pidiera que no se fuera?...

Mientras tanto castigó duramente á los fugitivos el alcaide Hassén, comenzando por ahogar con sus propias manos al jardinero. Igual suerte hubiera cabido á Cervantes y á sus amigos, si la codicia del Rey no superase á su crueldad. La esperanza de cobrar su rescate salvó la vida á los cautivos, pero los encerraron en una horrible cárcel y los atormentaron sin piedad ni mesura.

Para doña Carmen era toda mansedumbre y cariño: respecto de Clotilde y Javier, parecía vivir en sumisión forzada; les dirigía la palabra cortés y casi afectuosamente, pero siempre con tal circunspección y mesura, siempre con tan escasa confianza, que la reserva robaba espontaneidad a su lenguaje: diríase que medía y pesaba las palabras, evitando cuidadosamente todo lo que pudiese ocasionar piques y roces.