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El mundo era de su hijo, porque él era el de más talento, el más elocuente, el más sagaz, el más sabio, el más hermoso; pero su hijo era de ella, debía cobrar los réditos de su capital, y si la fábrica se paraba o se descomponía, podía reclamar daños y perjuicios, tenía derecho a exigir que Fermo continuase produciendo.

Volvió Sancho a cobrar la albarda, habiendo sacado a plaza la risa de la profunda malencolía de su amo y causado nueva admiración a don Diego.

El labrador trabajaba para él, y si el campo tenía un amo, éste limitábase a cobrar el arrendamiento, procurando por la fuerza de la costumbre y por miedo al compañerismo de los pobres, no aumentar los antiguos precios. El recuerdo de los campos, siempre verdes, alegraba después de tantos años al viejo Zarandilla, pasando como una visión luminosa por sus ojos oscuros.

Estaban las cosas en este crítico estado, cuando llegó la noticia de la muerte de Tomas Catari; y creyendo el corregidor de Pária, D. Manuel Bodega, que quitado este sedicioso perturbador de la quietud pública, le seria fácil sugetar la provincia, cobrar los reales tributos y su reparto, determinó ir á ella con armas y gente.

Todo mi afán consistía en restablecerme completamente para poder salir a la calle; y cuando lo conseguí, tuve el gusto de darme a conocer a todos mis amigos como un verdadero resucitado, o alma del otro mundo que vuelve con forma corporal a cobrar deudas atrasadas.

Digo, la Humanidad no, porque es Dios... los hombres, los prójimos, nosotros, que somos todos muy pillos, y por eso nos pasa lo que nos pasa.... Bien merecido nos está... bien merecido nos estáAcordóse entonces de que al día siguiente era domingo y no había extendido los recibos para cobrar los alquileres de su casa.

Don Fermín hubiera deseado que la estación no pasara, que los ausentes se quedaran por allá. Su madre había ido a Matalerejo a cobrar rentas y preparar la recolección; a recoger intereses de mucho dinero esparcido por aquellas montañas. Teresina era el ama de casa.

Mochi había seducido a su discípula para dominarla; mucho tiempo creyó tener en ella una gloria futura y una renta de muchos miles de liras, que pronto se empezarían a cobrar.

Lea, con gran furia de desinterés amoroso protestó, lloró y se empeñó en rehusar, pero el funcionario que había visto la posibilidad de cobrar, no hizo caso de las exclamaciones de la deudora y, por primera vez, Lea me costó el dinero.

-Ese es -replicó- el que yo digo. Y no quisiera más renta al servicio de Dios que la que tiene a más de dos mil ducados. Contóles otros embustes, quedáronse espantadas, y él las dejó una cédula de cambio fingida, que traía a cobrar en , de nueve mil escudos. Díjoles que me la diesen para que la aceptase, y fuese. Creyeron la riqueza la niña y la madre y acotáronme luego para marido.