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Pobre garza enjaulada, dentro la jaula nacida, ¿qué sabe ella si hay más vida ni más aire en que volar? es precioso, ¡precioso!... Pero yo no puedo sufrir a ese señor. Creo que es quien tiene la culpa, hoy por hoy, de todo lo malo que sucede en España. Quedé con la boca abierta. ¿Cómo?... , porque si no tuviese constantemente alarmado al país, éste disfrutaría de los beneficios de la paz.

Diez minutos después no parecía Leto un hombre, sino una fiera recién enjaulada.

Ya me despedí. ¿Y queda contenta? Muy contenta...; como nunca.... ¿Está seguro, señorito? Segurísimo.... Anda, Rita, prepárame el equipaje...: pon lo que te parezca...; poca cosa, una maleta pequeña. ¿Va entonces por poco tiempo? No lo todavía...; ya veré. Y se encerró en su cuarto, en un paseo incansable, como de fiera enjaulada.

En Peñascosa el número era limitado; por eso de vez en cuando hacía excursiones a la capital para recoger del cieno de la prostitución alguna desdichada que traía y guardaba, durante quince días o un mes, en alguna cámara oscura del cuarto bajo de su casa. Teníala allí como una fiera enjaulada, encargándose él mismo de llevarla el alimento y proveer a todas sus necesidades corporales.

Enfrente estaba el mar, que antes oía sin verlo; el mar, mucho mayor que visto desde el puerto, más pacífico, más solemne; desde allí las olas no parecían sacudidas violentas de una fiera enjaulada, sino el ritmo de una canción sublime, vibraciones de placas sonoras, iguales, simétricas, que iban de Oriente a Occidente.

En tu buque puedo vivir olvidada del mundo, como si hubiese muerto... Y si mi presencia te disgusta, llévame lejos de Francia, déjame en un país lejano. Deseaba salir de este aislamiento en tierra enemiga teniendo que obedecer á sus superiores, como una fiera enjaulada que recibe pinchazos á través de los hierros. La hacía temblar el presentimiento de su próxima muerte.

Conocía el carácter de su gigante: pocas rachas, pero buenas, como él decía. Sólo muy de tarde en tarde, le había visto perder la serenidad y enfurecerse; pero guardaba un vivo recuerdo de sus arrebatos. Cuando subió el capitán Iriondo, encontró á Sánchez Morueta paseando casi á saltos por el despacho, como una bestia enjaulada, las manos atrás y la cabeza baja.

Aunque desistió de la primera idea de arrojarse sobre él, comenzó a pasear como una fiera enjaulada, murmurando amenazas, moviendo los brazos y gesticulando vivamente. No tardó en enternecerse, sin embargo. Nunca lo creyera de ti, Pepe concluyó por decir con voz alterada . Nunca pensé que el mayor amigo que tengo me había de insultar, me había de clavar el puñal hasta el pomo....

Otra vez tuvo que aislarse en la barraca con su familia, vivir en perpetuo vacío, como un apestado, como una fiera enjaulada á la que todos enseñaban el puño desde lejos. Su mujer le había contado al día siguiente cómo fué conducido á su barraca el herido valentón.

Cuando llegó a narrarle ciertos odiosos y terribles pormenores, el conde principió a dar vueltas por la estancia como fiera enjaulada, a mesarse los cabellos, a arañarse la cara, lanzando rugidos de coraje. Al quedarse solo, mil ideas, todas desatinadas, se le atropellaron en la mente.