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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Al día siguiente el brigadier anunció a su hijo que se marchaba en busca de la mamá y que tardaría en volver cuatro o cinco días; recomendole con mucho encarecimiento la formalidad durante su ausencia, el respeto al ama de llaves, la mesura con los demás criados, la puntual asistencia al colegio, el estudio, etc., etc.
En los seres que tenemos por inanimados, ¿hay alguna participacion de esa facultad misteriosa? ¿Se compondrá el universo de un conjunto de mónadas dotadas de cierta percepcion, como pretende Leibnitz? Esto es una hipótesis destituida de fundamento; pero siendo tan limitados nuestros medios de observacion, andemos con mesura al señalar un linde á la region de la vida.
Fácil y discreto en cuanto dice, une el Conde, a la elegancia de la frase, la nitidez, la corrección y el método, que valen tanto para hacerse comprender; la amenidad y la gracia, que atraen al auditorio y ganan las voluntades; la firmeza que infunde el convencimiento; y la circunspección, la mesura y el sereno reposo, que cuadran y se ajustan tan bien con la índole del hombre de Estado.
Yo he dilapidado, yo he robado el caudal de mi hijo, y ahora estoy en el purgatorio, que es así, hecho de lógica y ética, nada más que de lógica y ética. ¡Por Dios, tío! dijo pausadamente y procurando que en su voz hubiese mesura y entereza . ¡Por Dios, tío, cómo lo he de decir por usted! Lo digo por Lobato, que es un gran ladrón.
¡Treinta y nueve! ¡gané!... ¡Vengan los monacos!... ¿Quién quiere jugar conmigo todavía? ¿Tú, Jorge? ¡Vamos de una vez! Entonces me fui. Cuando, con la mesura del caso, hube informado a las damas de la casa, ellas se contentaron con mirarse una a la otra, en silencio; luego bajaron por la escalera de servicio al patio, donde nos esperaba ya el carruaje.
Don Eugenio parecía una sibila, que, en nombre de la honradez y la mesura comercial, profetizaba las mayores desgracias. Aquella borrachera de dinero no podía acabar bien. No era legal ni justo ganar ocho o nueve mil duros en un mes, jugando, ni más ni menos que los perdidos que van a los garitos; además, ese lucro resultaba criminal, ya que lo que él ganaba otros lo perdían.
Pero el foco de donde partía el ataque, era en extremo absurdo; siempre el desventurado Aristóteles, siempre son las tres unidades las que se invocan; entre las críticas que hacen de Lope, descuellan la de que no es Plauto, ni Terencio, ni Séneca, que menosprecia la dignidad sensata del estilo trágico, confundiendo sin mesura lo cómico con lo trágico.
El hambre no le importaba.... Mientras hubiese «petróleo refinado» como el de casa Espantagosos, el estómago iría bien.... Ahora, tras el chasco, se había «retirado a la vida privada», y podía decir muy alto, como su compañero, que todos los de la casa del pueblo eran unos ladrones. Y para que quedase bien sentada esta afirmación, se tragaron el aguardiente de un sorbo. ¡Espantagosos... mesura!
Y el perro daba tres ladridos alegres. Ahora, haced la mesura al señor Emperador, vuestro Señor natural. Y el perro cruzaba las manillas y bajaba humildemente la cabeza. Y ahora repetía cantad las alabanzas a don Lutero y otros canes de herejes, peores y peorísimos que vos. Y el avisado can amulaba como un diablo del infierno.
Allí me abrazó afectuosamente y me pidió que le escribiera si tenía necesidad de algo. El tren partió y no volví á ver á Sorege hasta la audiencia, donde declaró con una mesura y una habilidad que me fueron muy favorables. No ignoráis cómo fuí preso y llevado á París ni cómo terminó esta trágica aventura.
Palabra del Dia
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