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Cuando la policía visitaba los bailes indígenas, ocultaban ellos sus armas metiéndoselas en la faja, á lo largo del calzoncillo, lo que les obligaba á continuar la danza con una pierna rígida, lo mismo que si estuviesen paralíticos.

Los otros chuetas, atemorizados por varios siglos de persecución y menosprecio, ocultaban su origen o procuraban hacerlo olvidar con su mansedumbre. El capitán Valls aprovechaba todas las ocasiones para hablar de él, ostentándolo como un título de nobleza, como un reto que lanzaba a la general preocupación.

Otros, mestizos ó blancos, vueltos al estado primitivo después de largos años de existencia en el desierto: hombres de perfil aguileño, gran barba y luenga cabellera, tocados con amplios chambergos y llevando un cinturón de cuero adornado con monedas de plata, dentro del cual ocultaban, á medias nada más, el revólver y el cuchillo.

Apenas se detenía el catafalco, alzábase una punta de las faldas de terciopelo que ocultaban su interior, y aparecían veinte o treinta hombres sudorosos, purpúreos por la fatiga, medio desnudos, con pañuelos ceñidos a las cabezas y un aire de salvajes fatigados.

El comisionado dijo que se veía en la dura necesidad de poner en noticia de la superioridad los tesoros que allí se ocultaban; y aterrados los mayores contribuyentes, se reunieron al punto en las Casas Consistoriales, y, llamando al comisionado, le rogaron que no los perdiese; que eran pobrísimos, y mentira y vanidad las tres quintas partes de lo que habían confesado poseer.

Si Taboada debía ser sagrado para aquellos hombres, ¿qué podían hacer con él? Miré repetidas veces hacia el lugar donde sabía que estaba la casa de Olga, pero no alcancé á verla, pues me la ocultaban los árboles. El general abandonó el volante, cambiando de sitio con su chófer. La habilidad de éste le inspiraba, sin duda, más confianza que su propia habilidad.

Su cara es ovalada, con espesos rizos separados como los de la Virgen sobre una frente muy blanca. Estaba pálida, acaso de emoción y de fatiga. No esté usted de pie le dije, y permítame sentarme a su lado. Tenemos que hablar. La muchacha se dejó deslizar entre los almohadones del sillón, que casi la ocultaban, y me senté a su lado.

Se iría, y no la volveríamos a ver hasta que pasara la Semana Mayor. ¡Qué amargo fué para aquel mes de Febrero! Y para todos. Mis tías ocultaban su tristeza.

La noche era de luna, pero negros y grandes nubarrones la ocultaban a menudo por largo rato. Y entonces la escasa claridad de los faroles de aceite que ardían en las esquinas de las calles no bastaba a deshacer las sombras que se amontonaban hacia el medio de ellas.

Todo en ella era joven, fresco, sonriente; hubiera sido necesario tener muy buenos ojos para descubrir en los ángulos de aquella linda boca dos arrugas imperceptibles, finas como el cabello rubio de un recién nacido, y que ocultaban una ambición insaciable, una voluntad de hierro, una perseverancia china y una energía capaz de todos los crímenes.