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Massareo se moría de deseos de preguntar por qué no habían traído prisioneros que hubieran podido dar fe del feliz éxito de la expedición; pero comprendiendo que tendría que encargarse él de esta segunda misión, y como ello no era muy de su gusto, accedió a todo lo que quiso el valiente y bienaventurado Santiago, y comenzó a cañonear vigorosamente la pretendida tartana del gitano, que no podía resistir largo tiempo un fuego tan nutrido.

Ríase usted, señor Magistral, ríase usted, que es una persona tan ilustrada, de esa pretendida libertad. ¿Cabe libertad donde no hay elección? ¿Cabe elección donde no se conoce más que uno de los términos en que ha de consistir? Don Robustiano hablaba casi como un filósofo cuando se acaloraba.

No vería yo, por lo tanto, grave inconveniente en que Luisito siguiera ahí, y fuese ensayado y analizado en la piedra de toque y crisol de tales amores, a fin de que la viudita fuese el reactivo por medio del cual se descubriera el oro puro de sus virtudes clericales o la baja liga con que el oro está mezclado; pero tropezamos con el escollo de que la dicha viuda, que habíamos de convertir en fiel contraste, es tu pretendida y no si tu enamorada.

Esos dos pueblos son los únicos que no se han dejado absorber por la pretendida unidad de la nacion española, unidad de apariencia que no reposa en instituciones verdaderamente liberales, populares y nacionales. El catalan y el vascongado mantienen su lengua, su literatura, sus tradiciones y libertades peculiares, y se repután como pueblos aparte.

A la hija la pretendió un abogadete poco aprensivo; la pretendida le quiso y llegó a casarse con él; al poco tiempo de casada la galanteó un coronel muy guapo: a ella le gustaba mucho el coronel, que era mejor mozo que su marido; y porque le gustaba y estaba muy hecha a considerar, en el ejemplo de su madre, que el ser mujer casada no impide enamorarse de otro más, aceptó los galanteos del coronel, el cual desorejó en un duelo al abogado ofendido, por habérsele quejado éste de la ofensa.

Este filósofo no advierte que la pretendida monstruosidad nace de la errada interpretacion que él mismo da á la opinion de sus adversarios.

Y la definía con arreglo al libro de un Padre famoso de la Compañía. «Cogiendo un catecismo del Padre Ripalda y escribiendo no donde el catecismo dice y donde dice no, se tiene hecha y derecha toda la pretendida ciencia modernaUrquiola se pavoneaba con esta definición que convertía el catecismo en centro de todos los pensamientos humanos, colocando al Padre Ripalda por encima de todos los grandes hombres de la historia.

Los comentarios de Cristián sobre la pretendida infalibilidad de los jueces habían enfriado su entusiasmo. Encontraba que el interés del relato había languidecido y con todo el rigor de un crítico que reclama un corte en el diálogo, dijo: Nos estamos extraviando, Tragomer: volvamos á Lea Peralli. Me ha dicho usted que la encontró.

Sorege se llegó á ella, la cogió bruscamente por un brazo y la empujó hasta la silla colocada delante del escritorio. Ahora, escribe. ¿Qué? Sencillamente esto: "La pretendida confesión que posee el señor de Freneuse me ha sido arrancada con amenazas de muerte. Libre y dueña de mi misma, me retracto de ella completamente. Jamás he cometido el crimen de que se me obliga á acusarme."

Recordaba las noticias que le habían dado aquella tarde en la Bolsa. La ruina era indudable. ¡Bien les había dejado el célebre banquero con su pretendida infalibilidad! Su principal, el señor Cuadros, podía tenerse por hombre al agua. En cuanto a él, daba por perdida una gran parte de su fortuna, y únicamente confiaba en los valores del Estado que por encargo suyo había adquirido el señor Morte.