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Por el frente de la Galería gozaba á todas horas de un hermoso espectáculo. Los organizadores de su existencia habían echado abajo la vidriera que servía de fachada, convirtiéndola en una puerta siempre abierta. Gillespie admiró en las horas de sol la blanca arquitectura de la capital, á la que podía llegar con sólo varios saltos, y durante la noche sus espléndidas iluminaciones.

Pero de lo que más me admiro es que debajo de nosotros hay otras gentes, a quien llaman antípodas, sobre cuyas cabezas, los que andamos acá arriba, traemos puestos los pies, cosa que me parece imposible; que, para tan gran carga como la nuestra, fuera menester que tuvieran ellos las cabezas de bronce.

Tomás, que acudió a dar recado a las cabalgaduras, conoció luego a dos criados de su padre, y luego conoció a su padre y al padre de Calmazo, que eran los dos ancianos a quien los demás respectaban; y aunque se admiró de su venida, consideró que debían de ir a buscar a él y a Carriazo a las almadrabas: que no habría faltado quien les hubiese dicho que en ellas, y no en Flandes, los hallarían; pero no se atrevió a dejarse conocer en aquel traje: antes, aventurándolo todo, puesta la mano en el rostro, pasó por delante dellos y fué a buscar a Costanza, y quiso la buena suerte que la hallase sola; y apriesa y con lengua turbada, temeroso que ella no le daría lugar para decirle nada, le dijo: Costanza, uno de estos dos caballeros ancianos que aquí han llegado ahora es mi padre, que es aquel que oyeres llamar don Juan de Avendaño: infórmate de sus criados si tiene un hijo que se llama don Tomás de Avendaño, que soy yo, y de aquí podrás ir coligiendo y averiguando que te he dicho verdad en cuanto a la calidad de mi persona, y que te la diré en cuanto de mi parte te tengo ofrecido.

Bou admiró también aquellas mil chucherías que no servían para nada; las tocaba, las cogía en la mano y las volvía a poner con violencia en su sitio, a riesgo de romperlas. Pasado un largo rato volviose para decir algo de mucha importancia a su amiga, y no la vio. Llamola en voz baja, después a gritos; pero Isidora no respondía.

Era más alta que él, de una esbeltez elegante y armoniosa. «Tiene el paso musical», decía Desnoyers al evocar su imagen. Y lo primero que admiró al volverla á ver fué el ritmo suelto, juguetón y gracioso con que marchaba por el jardín buscando nuevo asiento. Su rostro no era de trazos regulares, pero tenía una gracia picante: un verdadero rostro de parisiense.

Al abrirle la puerta, no se admiró Fortunata de lo descompuesto que venía, porque ya no eran nuevas aquellas inesperadas apariciones. «Supongo dijo él con trémulo labio , que no me lo negarás ahora... Puede que mi tía lo niegue... ¡es tan hipócrita...! Pero no, eres mala y sincera. Cuando das el golpe mortal lo dices, ¿verdad?

Yo ... francamente, le admiro á usted mucho como orador, porque anoche dijo usted cosas que nos pusieron los pelos de punta; pero.... ¿Qué quiere usted decir? Que yo, señor don Lázaro, soy un hombre que ha salvado la patria muchas veces y derramado mucha sangre en defensa de la libertad; y por lo mismo, yo ... estoy encargado de este barrio, y me parece que el barrio está en buenas manos.

La señorita de la casa admiró con insinuante ponderación la gracia de la florecilla, y el joven, por no saber qué hacer ni qué decir, se la quitó del ojal, ofreciéndosela. Fué aquel un momento incomparable para Narcisa; tomó en triunfo la flor, y se la prendió en el pecho, rebosante de gozo....

Mira, hija, mejor es no tocar este asunto, porque me sublevo, y me alboroto y sería capaz de hacer una barbaridad o decir un desatino; todo lo que puedo decirte es que mi señor hermano es una buena pieza, un peine muy fino, que no merece tener por hija esta santa Susana, que yo conozco, quiero y admiro. Muy nervioso, empaquetaba la ropa, dispuesto a marcharse ya.

Cállate, Nolo. no comprendes. Belarmino es un grande hombre. Y Apolonio, él es también un otro grande hombre. Yo quiero mostrarles cuánto les amo y les admiro. Es por esto que les llevo estas gruesas tartas de Pascua y las gruesas fuentes de natillas, y muchas de docenas de gruesos pasteles, como los otros años, ¡tantos!, en este mismo día.