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Las rentas de la casa eran tan exiguas, que D. Álvaro Estrada y su familia vivían casi atenidos á los productos de lo que en este país se llama la posesión, esto es, á los frutos de las tierras que ordinariamente circundan las casas antiguas.

Cuando en compañía del que fue primer Presidente de nuestra República, ya constituida en definitiva y reconocida por todas las naciones, don Tomás Estrada Palma, en los últimos tiempos de la revolución, en la época en que en el puerto de la Habana voló el acorazado americano «Maine», hice yo un viaje a Tampa y Cayo Hueso, esto llamó profundamente mi atención.

Ya sus accesos de locura eran menos constantes, asi es que determinaron apartar de su vista el féretro de su esposo, siendo conducido algunos dias despues á Granada, y aunque fue grande su exasperacion cuando lo echó de ver, pudo al fin D. Fernando Ducos de Estrada tranquilizarla. Pero no se crea que por este llegó á ponerse buena del todo; jamás esta infeliz reina llegó á recobrar su perdida calma. Sin embargo, el Católico rey le escribió á Estrada, d

En Europa, sabemos, mejor dicho lo saben otros, que con la música puede darse las buenas tardes y hasta pedir un fósforo al vecino; pudiéndose hacer esto, y muchísimo más, en el arte coreográfico, en el que, y solo con la ayuda de los pies se pueden recitar todos los pentacrósticos de Estrada.

La casa solariega de los Estrada distaba nada más que legua y media del palacio de los condes y se hallaba asentada sobre una eminencia de la margen derecha del río Lora. Entre la casa y el palacio, aunque mucho más cerca de éste, encontrábase la pequeña villa de Vegalora.

Si, como es presumible, viendo enemigos en campaña, Gerif resuelve estar a la defensiva sin desamparar muy mucho los muros de su casa, ya tiene encima corredores que le batan la estrada muy de cerca; y si temeroso y cauto en demasía, ha determinado levantar puentes y rastrillos y declararse en asedio formal, ya le he escurrido entre los propios suyos tal espía, que muy presto nos informará de todo movimiento enemigo.

Los periódicos le habían comparado con los mejores oradores católicos, con Monescillo, con Manterola, eclesiásticos como él, con Nocedal, con Vinader, con Estrada, legos. «Y nada, no había pasado de ochavo.

Martínez de la Rosa, Toreno, Burgos y comparsa se niegan a todo lo que sea revolución, Palafox se aviene siempre con el parecer de Calvo de Rozas, y Calvo de Rozas, unido con Flores Estrada, ha hecho una constitución templadita. La quieren tanto, como buenos padres, que si no es preferida, dicen que no se cuente con ellos para nada.

Si llegaran á saber estos manejos Alcalá Galiano y Flórez Estrada ... le digo á usted que me voy á reír de gusto. Esas son las cabezas de adormidera que es preciso cortar exclamó el viejo, guiñando el ojo y haciendo con la mano derecha, movida horizontalmente, la señal de quien corta alguna cosa. Pues fuera una lástima, porque son buenos chicos.

Confesar que no se ha leído un libro de cierta notoriedad; ¿ has encontrado a alguien que confiese no haber leído a Sarmiento, a Mitre, a López, a Estrada o a alguno de nuestros grandes autores de renombre? Tal vez tienes razón. ¡Y sin tal vez! Yo no he hablado con una sola persona que me haya dicho que no ha leído el «Facundo», por ejemplo. Y lo habrán leído...