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Actualizado: 15 de mayo de 2025


VERÓNICA. Escucha, todos se han ido ya; me da vergüenza estar aquí sola. ¡Vamos! PABLO EMILIO. No sois vos. VERÓNICA. ¿No te digo que soy yo? ¡Caramba! Mi marido repite desde hace treinta años que no soy yo. ¡Y ahora éste también! ¡Dame la mano! Un cuadro extremadamente triste, que idea de la situación trágica de los maridos despojados.

D. Emilio Cotarelo es un erudito de notable ingenio y de muy buen gusto, a quien debemos estar agradecidos y dar grandes alabanzas los aficionados a la amena literatura y a todas las artes de la palabra. Sus libros nos maravillan por la diligencia y el tino con que el autor ha sabido recoger noticias. Sus libros enseñan mucho y deleitan más. Natural es que sean leídos, comprados y celebrados.

A este período deben referirse las obras «Patria», y «El odio»; sus deliciosas comedias «La familia Benoiton» y «Viejos muchachos», y sus dramas «Serafina» y «Rabagás», en quien unos vieron á Emilio Ollivier y otros á Gambetta.

La mía era muy alegre, y no se la cederé a nadie. ¡Eso no! ¡Tonterías! Yo reconoceré a la mía por la voz: creo que no olvidaré sus gritos hasta el nacimiento de Jesucristo. Yo reconoceré a la mía por sus uñas. Y yo a la mía por el perfume delicioso de sus cabellos. PABLO EMILIO. Y yo a la mía por la dulzura y la belleza de su alma. ¡, señores romanos!

¿Es mejor que el de María Huerta? preguntó con tonillo irónico, donde no se adivinaba, sin embargo, gran irritación. Pepa había cambiado de plan: pensó que sería mucho mejor adoptar la vía diplomática. A un chiquillo como Emilio, que no había sido indócil hasta entonces, era fácil atraerlo con el cariño. Aquél, en la oscuridad del coche, se había puesto colorado. El de María Huerta no vale nada.

D. José Echegaray, D. Marcelino Menéndez y Pelayo, D. Rafael Salillas, D. Emilio Cotarelo y Mori y D. Ramón Menéndez Pidal, fue premiado el libro de que damos aquí cuenta en resumen.

Si lo he entendido bien y si no lo recuerdo mal, el famoso novelista francés Emilio Zola dice que una buena novela ha de ser la exacta representación de lo vivido, observado y entendido al través de un temperamento. Zola olvida o desdeña lo principal: la imaginación, o sea la fuerza activa que representa bien lo vivido y lo que se ha visto y observado.

Parecía que no existían ya para él ni la revolución francesa, ni el Emilio, de Rousseau, ni las Carta de Talleyrand, ni el Diccionario, de Voltaire. Se había olvidado de todo esto, y sólo pensaba en la fórmula más expresiva y exacta para decirle á Clara que la había visto en sueños aquella noche.

Por lo mismo, no me dejaría tiempo a aburrirme seguramente. ¿Qué sabes de eso, mamarrachillo? Hablas de como si me supieses de memoria. ¡Qué más quisiera yo! ¡Vaya, Emilio, no seas payaso! Mira que me estás faltando al respeto. La conversación siguió en este tono alegre y cariñoso mientras el carruaje rodaba por las calles sombrías.

Palabra del Dia

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