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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Claro está que este hombre es D. Emilio Castelar, el Víctor Hugo de la cátedra y de la tribuna. En segundo lugar me consuela la consideración de que, si yo rebajo a Shakspeare, siempre le dejaré bastante alto para los españoles, poniéndole, como le pongo, ya que no a la altura de Cervantes, al nivel de Calderon, y casi hombreándose con Lope.

Emilio se sintió herido por aquel tono autoritario, y con las mejillas encendidas iba a responder una descantada a su suegra; pero ésta pasó de largo, entrando en la sala de tresillo.

El distinguido crítico y académico Emilio Faguet, consigna y es una observación curiosa que merece anotarse la escasa intervención que tiene el amor en el Teatro de Edmundo Rostand. Así es, efectivamente.

Fuera de los mercados, los desvanes y las alcantarillas existe también la verdad. El mismo apóstol del naturalismo, Emilio Zola, lo reconoce pintando escenas de acabada y sublime poesía, que riñen ciertamente con sus exageradas teorías estéticas. No he querido en la presente obra herir al misticismo verdadero ni ridiculizar la vida contemplativa.

Enderezóse entonces el dedo del señor Pulido con la fuerza de una catapulta, y atónito Emilio, oyóle exclamar dos veces: ¡Lo dije!... ¡Lo dije!...

Aquél y Emilio cambiaron una mirada maliciosa. Irenita, la joven casada, se ruborizó. Te están haciendo vieja, Pepa. Acuérdate que eres abuela respondió la señora de Calderón. ¡Qué abuela tan rica! exclamó por lo bajo Cobo, aunque con la intención de que lo oyese la interesada. Esta le echó una mirada entre risueña y enojada, demostrando que había oído y lo agradecía en el fondo.

Cuando el carruaje comenzó a rodar, Emilio, para desarmar a su suegra, quiso, como un chiquillo que era, desviar el rayo sacando una conversación que pudiese entretenerla. ¿Ha visto usted qué audacia la de Amparo? La creía capaz de muchos desatinos, pero no de uno semejante. Y habló de la Amparo con gran verbosidad sin conseguir que su suegra desplegase los labios.

Traducida del alemán por José P. Bances. Las diosas. Minerva. Traducida por M. Pedroso. Las diosas. Venus. Traducida por M. Pedroso. Los pobres. Traducida por M. Pedroso. El profesor Unrat. Traducida por José P. Bances. EMILIO CLERMONT. Laura. Traducida del francés por Luis Bello. ANDRES SUARES. Créssida. Traducida del francés por Bernardo G. de Candamo.

Esta vez se pusieron ambos fuertemente colorados. Después, por la seriedad que quedó bien señalada en el rostro de Emilio, se pudo comprender que no le hacían maldita la gracia aquellas salidas harto desenfadadas de su suegra. El general Patiño, por orden de la bella señora de la casa, puso el dedo en el botón de un timbre eléctrico.

Pratt, deseaba conferenciar con D. Emilio Aguinaldo, á lo que se le contestó que en dicha casa no se conocía á ningún Aguinaldo; pues así se había convenido responder á todo el mundo.

Palabra del Dia

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