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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Ese es el medio mejor de que no te desprecie.... Digo ... el medio mejor es otro ... pero no te lo aconsejo, porque no está bien aconsejar ciertas cosas.... Si estás enamorada de él no des tu brazo a torcer, por Dios.... Que no sepa estas penas tuyas, porque eres perdida.... Déjale que satisfaga su capricho, que él volverá a ti. Irenita levantó su rostro bañado de lágrimas.

En aquel momento se alzaron las cortinas y apareció su marido agitado y descompuesto, contemplándola con ojos de espanto. Irenita dió un grito y se desplomó sobre el pavimento. #Matinée religiosa.#

Para arreglarse un poco y lavar los ojos no quiso llevarla al tocador del baile: subióla al de la duquesa. Al cabo de unos minutos bajaron ambas. Irenita prometió no dar a conocer su pena. En cuanto Clementina enteró a Pepa de lo que había pasado, se sulfuró de tal modo que tuvo necesidad de contenerla para que no fuese a arañar a su yerno.

Al salir del coche, con el rostro encendido, más hermosa que nunca, le dijo: Sube un momento: tengo que darte el reloj de Irene, que se le ha olvidado ayer. Emilio la subió del brazo y entró con ella en su gabinete. Mientras tanto, Irenita llegaba a casa en un estado de agitación fácil de comprender en una niña tan sensible y enamorada de su marido.

Al poner el pie en él creyó percibir un sollozo ahogado, que la llenó de sorpresa y temor. Derramó la vista por todo el ámbito y percibió, allá en el fondo, a una señora tumbada en el sofá, ocultando el rostro con el pañuelo, en actitud de llorar. Acercóse, y por el traje la conoció en seguida. Era Irenita. ¡Irenita! Hija mía, ¿qué tienes? exclamó inclinándose sobre ella con solicitud.

No se la comerán los lobos respondió ásperamente. "¡Malísimo!" tornó a decirse Emilio. En efecto, Irenita dirigiendo ojeadas de temor y ansiedad a su mamá y su marido, se metió sola en su berlina, mientras ellos subían a la de la primera.

Ay, perdón, Clementina.... Me he metido aquí sin saber lo que hacía.... ¡Soy tan desgraciada! Y las lágrimas brotaron con abundancia de sus ojos. Pero, ¿qué te ha pasado, criatura? ¡Nada, nada! replicó la niña sollozando. Hubo unos segundos de silencio. Clementina la contemplaba con lástima. Vamos dijo acercando la boca a su oído . Emilio te ha dado algún disgusto esta noche. Irenita no contestó.

¿Pero ha visto usted lo que ha hecho hoy? ¡Es horrible! En aquel momento Clementina oyó pasos en el corredor. Sospechando de quién eran fué rápidamente a la puerta, diciendo: Espera un poco: déjame cerrar. Fué bien a tiempo. En aquel instante llegaba Raimundo. La dama puso el dedo en los labios haciéndole seña de que se alejase. Irenita no advirtió nada.

Al parecer, está seguro de que, siéndolo, Urreta le dará su hija. Yo detesto la política.... ¿Sabes que Irenita está monísima con su traje de cazadora?... ¡Ps! vistosilla.... No, no, monísima. ¿Dónde anda su marido, que no le he visto más que al entrar?

Aquél y Emilio cambiaron una mirada maliciosa. Irenita, la joven casada, se ruborizó. Te están haciendo vieja, Pepa. Acuérdate que eres abuela respondió la señora de Calderón. ¡Qué abuela tan rica! exclamó por lo bajo Cobo, aunque con la intención de que lo oyese la interesada. Esta le echó una mirada entre risueña y enojada, demostrando que había oído y lo agradecía en el fondo.

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