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¡Qué inmenso e ideal amor! exclamó lord Gray . Y todo eso por Mariquilla de las Nieves... Beba usted esa copa. Supe que amaba a otro añadí sintiendo que mi cerebro despedía una lumbre vagorosa y desparramada, llama de alcohol que trazaba mil figuras en el espacio con sus lenguas azules . Amaba a otro. Una noche se me apareció. Iba de brazo con su nuevo amante.

Así que llegaba, el señor Novillo se sentaba en un largo diván de piel verde, debajo de un espejo, velado por un tul, verde también, y dejaba caer el vientre entre las piernas, a que se reposase sobre el diván. Apolonio, abandonando el mostrador, donde, con ademán lento y religioso, trazaba diseños y cortaba pieles, venía al lado del señor Novillo y dejaba asimismo caer el vientre sobre el diván.

Adán, en un largo discurso, trazaba las bellezas del Paraíso; y al notar que Dios daba señales de impaciencia, preguntó la causa. ¿Cuál ha de ser? replicó el Rey: que me arrepiento de haber creado un Adán tan elocuente. Journal du voyage d'Espagne: París, 1669. Esta Infantita era María Teresa, la prometida de Luis XIV.

Mientras trazaba y preparaba doña Inés todo esto en favor de Juanita, de quien se había declarado protectora y directora, su cariño hacia la protegida y la discípula iba creciendo más y más, dando de raras muestras y combinándose en él lo sagrado y lo profano.

Pero en la guerra se vive como se puede y aquí estamos sitiados. Rafael admiraba los hoyuelos que una risa graciosa trazaba en aquellas mejillas; la luminosa dentadura, que parecía temblar en su estuche de rosa. A ver, Cupido; fuera pronto ese traje; no quiero que por pille usted una pulmonía que prive a la ciudad de su principal regocijo.

Tenía ante sus ojos un fragmento de periódico, y copiaba las líneas con la ayuda de un tintero de bolsillo lleno de agua ligeramente ennegrecida, y de una pluma roma que trazaba los renglones con la misma paciencia del buey al abrir el surco. Zarandilla, que estaba al lado de don Fernando, le habló del muchacho. Es el Maestrico. Ansí le llaman, por su afición a libros y papeles.

Con la punta de su estoque trazaba en el suelo una línea, lo mismo que Pizarro en la isla del Gallo ante sus desalentados compañeros, prontos á desistir de la conquista. «Que todo buen castellano pase esta raya...» Y los buenos castellanos una docena de pilluelos con largas capas y tizonas, cuya empuñadura les llegaba á la boca venían á agruparse en torno del caudillo, que imitaba los gestos heroicos del conquistador.

Águeda, José, Juancito y los peones comentaban, en la cocina, lo que pasaba «adentro»; bajo el ombú grande estaba el break en cuyo estribo trasero se había sentado Lorenzo que tenía la cabeza apoyada entre las manos; en las gruesas raíces del ombú estaba sentado Hipólito y junto a él, que con un palito trazaba marcas de hacienda en el suelo, Ricardo de pie le consultaba sobre la hora de llegar al pueblo.

El autor trazaba cruces, círculos, signos griegos, árabes..., figuras ininteligibles, todas las llamadas imaginables, para fijar la atención del tipógrafo. Tiras de otro papel atiborradas de escritura iban adheridas a las pruebas con alfileres». Gautier escribía muy de prisa.

Cuando el estado de la infeliz lo permitió, la llevaron, reclinada en una silla, al lado de la ventana, desde donde podía ver el colegio y la entrada del hotel. Trazaba a menudo agradables planes para el porvenir, en un imaginario hogar campestre. Incluso parecía que el pueblo le había caído en gracia; pero es de notar que el porvenir que bosquejaba era tranquilo y apacible.