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¿De modo que me dejas plantada, así, sin más ni más, olvidando todo lo que he hecho por ti, desde el momento que te recogí como si fueses mi hija? Esté usted segura, señora, de que no olvido un momento ninguna de las singulares bondades que a usted debo desde el momento que tuvo a bien tomarme a su servicio.

La nao vizcayna, que plantada Dejamos en la tierra á su aventura, Habiendo sido de indios visitada, Con fuego la consumen su hechura. Mirad si fué la cosa bien pensada, En no dejar en ella criatura, Que alli fuera del fuego consumida, Sin poder escapar libre la vida.

¡Oh! , mucho... Quizás no había usted nacido todavía. Pero recuerdo el país como si fuese ayer mismo. Veo perfectamente en mi imaginación el camino que lleva a Rosalinda, por el cual daba mi paseo cotidiano. Se penetraba en la hacienda por una calle plantada de fresnos, muy pequeñines entonces. Los fresnos han crecido y dan hoy una magnífica sombra.

Para cargarse de familia, para vivir esclava, para sufrir a un hombre sin educación. No en sus días. ¿Y si te deja plantada Raimundo? preguntaba Amparo nombrando al galán de su amiga, como lo hacía esta, por el nombre de pila. ¡Qué ha de dejar, mujer... qué ha de dejar! ¡Diez años de relaciones! Y luego, aquel señorío de estar tanto tiempo con un chico fino, eso no me lo quita nadie.

Y enumeraba las condiciones que debe tener una buena viña jerezana, plantada en tierra caliza, que esté pendiente, para que las lluvias corran y no refresquen en demasía la tierra, quitando fuerza al mosto. Así se producía aquel racimo, gloria del país, con sus granos pequeños como balines, transparentes y de una blancura de marfil.

Este don variaba en los diferentes cuentos: en unos era una bolsa, de donde salía todo lo que se deseaba con decir unas cuantas frases sacramentales; en otros, una semilla maravillosa que plantada se convertía en poco tiempo en un árbol, de tal naturaleza, que daba madera para diez o doce fragatas y otros tantos bergantines, y todavía sobraba.

Va usted a ver una de las mejores mozas del partido, más derecha que un pino, bien armada y bien plantada... Se chupará usted los dedos... Las muecas que el seminarista hizo al proferir tales palabras no son para descritas. Sus ojos acuosos brillaron como diamantes brasileños y la volcánica nariz se estremeció de júbilo.

A la altura del principal corría una balconada, calada como finísimo encaje, que se repetía en el entresuelo, cubierta casi por las enredaderas. Delgada verja de hierro aislaba el chalet por la parte que daba a la vía pública, avenida plantada de árboles; por donde confinaba con otras casas y jardines, hacían el mismo oficio unas breves tapias.

El y el empleado mostrábanse indecisos y con mal humor ante aquella mujer de ojos enrojecidos y mejillas hundidas, que seguía plantada en el patio sin saber qué hacer... Los dos hombres sentíanse atraídos por el rumor del gentío y la música que sonaba en la plaza. ¿Iban a estar allí toda la tarde, sin ver la corrida?... El empleado tuvo una buena inspiración.

4 O aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? 5 No, os digo; antes si no os enmendares, todos pereceréis asimismo. 6 Y dijo esta parábola: Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.