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Lasso cuenta de ciertos concejales de Gandulia, he recordado, y no puedo resistir a la tentación de referirlo aquí, lo que he leído en uno de los extractos y traducciones de los millares de manuscritos egipcios adquiridos y conservados en Viena por el archiduque Raniero. El caso no ocurrió a fin de siglo, sino a mediados: por los años de 250 de la Era Cristiana, o dígase 1650 años ha.

Pero muy cara, créelo. Me ha derretido un costado y la mitad del otro. Ahora me doy al ahorro, haciendo la vida del hombre bueno. Vivo, hasta nuevo traslado, en Viena, como un tudesco ejemplar; ya ves, hasta me resuelvo a tornar a la patria querida con una licencia de dos meses... y el propósito de que me asciendan a primer secretario... Et voi-l

A fin de que cualquiera logre enterarse algo de los objetos que la componen, de su mérito y de su rareza, acaba de publicarse, en esta ciudad de Viena, un precioso catálogo ilustrado. Como los objetos son muchos miles, no es posible que todos estén estudiados y descritos en el catálogo.

Dos años y medio he pasado últimamente en Viena, y ni en calles, ni en paseos, ni en parte alguna, me ha pedido nadie limosna. Claro está que el teatro ideal que voy formando es todo lo contrario del teatro libre, y mucho menos es teatro protesta. Yo no niego la razón á Clarín; protestando contra el mal gusto, se consigue á veces que triunfe el bueno.

Llegaban entonces trenes de lujo directamente de Londres, de Viena, de Berlín, de todos los extremos de Europa. La plaza del Casino era una Babel; en torno del «queso» paseaban todas las razas y sonaban todos los idiomas. Ahora resultaba lamentable la ausencia de los rusos, jugadores fogosos, y también de los austriacos y los turcos.

Esta circunstancia, que me proporcionaba el deseado placer de conocer en pequeño la Alemania, el pueblo mas pensador de Europa, me decidió á hacer un corto paseo de Berna á Munich, y de allí á Viena.

El retrato debía de estar concluido para la próxima exposición de Viena, y costábale el caprichito la friolera de cuarenta mil francos. Carillo era, sin duda, ¿pero para qué, si no, le había dado Dios el dinero? Aquella mañana había enviado Currita un recado a Bonnat para que no la aguardase, a causa de tener que acompañar a su majestad la reina a la capilla expiatoria del bulevar Haussman.

Sin citar los catalogados como tales en Londres, París y Viena, de los cuales dos o tres parecen suyos, hay uno en la Biblioteca Nacional de Madrid, que representa, visto de espaldas, un page que pudiera ser el que en Las Lanzas tiene por la brida el caballo de Spinola, y otro de un hombre con capa en la Academia de San Fernando.

El aspecto del rio, subdividido en tantos canales y cursos diferentes como en Viena ofrece, no responde á la idea de grandeza que de él se forma el que aun no le ha visitado. Las calles de Viena, á excepción de las modernas, son en general estrechas. El aspecto general de la ciudad no es el de una capital de la Alemania: la fisonomía de algunos palacios semeja mas bien la Italia.

En su primera mocedad, y, a pesar de su cojera, había gozado de mejor salud relativa, y había podido pasar largas temporadas en Viena, asistiendo a las aulas y dedicándose al estudio. Empeoró después su salud y se encerró tan obstinadamente en el castillo, que nunca salía de él y acompañaba siempre a su madre.