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Nueva reverencia, mientras sus ojos entornados se cosían cínicamente al rostro de Lucía, alumbrado por los moribundos tizones. No, espere usted gritó Artegui levantándose y asiéndole de una manga sin ceremonia, al ver que volvía la espalda.

»A las voces y a las razones del loco estuvieron los circustantes atentos, pero nuestro licenciado, volviéndose a nuestro capellán y asiéndole de las manos, le dijo: ''No tenga vuestra merced pena, señor mío, ni haga caso de lo que este loco ha dicho, que si él es Júpiter y no quisiere llover, yo, que soy Neptuno, el padre y el dios de las aguas, lloveré todas las veces que se me antojare y fuere menester''. A lo que respondió el capellán: ''Con todo eso, señor Neptuno, no será bien enojar al señor Júpiter: vuestra merced se quede en su casa, que otro día, cuando haya más comodidad y más espacio, volveremos por vuestra merced''. Rióse el retor y los presentes, por cuya risa se medio corrió el capellán; desnudaron al licenciado, quedóse en casa y acabóse el cuento

¡Viuda! gritó doña Clara, salvando de un salto la distancia que le separaba del bufón y asiéndole con violencia: ¡viuda habéis dicho! , viuda contestó el bufón desasiéndose de doña Clara con un ligero sacudimiento ; pero no quiero atormentaros antes de tiempo; podéis daros por viuda porque os lo roban. ¡Que me le roban! ¡, no volverá! Explicáos, ó por mi alma, llamo...

No se hubo bien encerrado, cuando la huéspeda arremetió al barbero, y, asiéndole de la barba, dijo: -Para mi santiguada, que no se ha aún de aprovechar más de mi rabo para su barba, y que me ha de volver mi cola; que anda lo de mi marido por esos suelos, que es vergüenza; digo, el peine, que solía yo colgar de mi buena cola.

Padre Urtazu dijo la desposada llegándose al que su negra faja declaraba por jesuita, y, asiéndole la mano, sobre la cual cayeron a un tiempo sus labios y dos lágrimas, claras como agua , pida usted a Dios por .... Y acercándose más, añadió bajito: Que si papá tiene algo, me lo avise usted, usted ¿verdad?

Y, diciendo y haciendo, arrebató de un pan que junto a tenía, y dio con él al cabrero en todo el rostro, con tanta furia, que le remachó las narices; mas el cabrero, que no sabía de burlas, viendo con cuántas veras le maltrataban, sin tener respeto a la alhombra, ni a los manteles, ni a todos aquellos que comiendo estaban, saltó sobre don Quijote, y, asiéndole del cuello con entrambas manos, no dudara de ahogalle, si Sancho Panza no llegara en aquel punto, y le asiera por las espaldas y diera con él encima de la mesa, quebrando platos, rompiendo tazas y derramando y esparciendo cuanto en ella estaba.

Arrojáronse de los caballos Claudia y Roque, llegáronse a él, temieron los criados la presencia de Roque, y Claudia se turbó en ver la de don Vicente; y así, entre enternecida y rigurosa, se llegó a él, y asiéndole de las manos, le dijo: -Si me dieras éstas, conforme a nuestro concierto, nunca te vieras en este paso.

Al topar con el sacerdote levantó la mano derecha hacia atrás y la lumbre del candil hizo centellear, en el aire, su larga espada desnuda. El Señor de San Vicente meneó de un lado a otro la cabeza, con sonrisa agria, dolorosa. Entonces el segundón acercose al lacayo y pinchole el rostro con el acero. ¡Teneos, en nombre de Cristo! gritó reciamente el canónigo, asiéndole el brazo.

Casualmente tropezó con él en la cocina, donde preguntaba algo a Sabel en queda voz. Acercósele Perucho, y asiéndole de la chaqueta exclamó: ¿Mis dos cuartos? No hizo caso Primitivo. Dialogaba con su hija, y, a lo que Perucho pudo comprender, ésta explicaba que el señorito había salido de madrugada a tirar a los pollos de perdiz, y suponía que anduviese hacia la parte del camino de Cebre.

-Con todo eso, te has de sentar; porque a quien se humilla, Dios le ensalza. Y, asiéndole por el brazo, le forzó a que junto dél se sentase. No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar, y mirar a sus huéspedes, que, con mucho donaire y gana, embaulaban tasajo como el puño.