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-Con todo eso, te has de sentar; porque a quien se humilla, Dios le ensalza. Y, asiéndole por el brazo, le forzó a que junto dél se sentase. No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar, y mirar a sus huéspedes, que, con mucho donaire y gana, embaulaban tasajo como el puño.

Cansados de platicar, los pollastres propusieron jugar un ratito a las prendas. Es un juego donde los hombres de criterio siempre pescan algo. Fernanda consintió en que Granate se sentase a su lado. Los guiños de Paco, que había sorprendido, le habían hecho mal efecto. Era una criatura muy orgullosa, pero en la cual se hallaba arraigado el sentimiento de justicia.

Entrados, pues, en su aposento, cerró tras la puerta, y hizo casi por fuerza que Sancho se sentase junto a él, y con reposada voz le dijo: -Infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que, antes y primero que yo haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salido a ti a recebir y a encontrar la buena ventura.

Sabía quién era doña Sol, y por un exceso de respeto hacía extensivos a ella los títulos de la familia. La dama, repuesta de su sorpresa, le hizo seña para que se sentase y cubriese; pero él, aunque la obedeció en lo primero, dejó el fieltro en una silla inmediata.

Fray Miguel tomó la copa, y, casi de un solo trago, apuró todo el licor que contenía. El hermano Tiburcio que lo presenciaba y miraba todo en silencio, aproximó un taburete e indicó por señas a Fray Miguel, que en él se sentase. En seguida tomó en los dedos cierto linimento oloroso, que había en un pomito de vidrio, y ungió con él lo más alto de la cabeza, la frente y las sienes del fraile.

A comer, a comer dijo doña Martina. Y en el mismo instante un criado apareció con la humeante sopera entre las manos. D. Bernardo se levantó para ofrecer el asiento al coronel Bembo; pero éste, conociendo las costumbres de la casa, se guardó muy bien de aceptarlo; si el anfitrión hubiera cambiado de sitio, quizá no le sentase tan bien la comida.

Soledad reía mientras su antiguo novio hablaba; pero aquella risa se fué al cabo haciendo convulsiva, y algunas lágrimas concluyeron por brotar de sus hermosos ojos. Soledad, ¿qué tienes? profirió asustado Uceda levantándose de la silla. La joven le hizo un gesto con la mano para que se sentase, sin dejar de reir. ¿Qué tienes, Soledad?... ¡No rías, por Dios, de ese modo!

Y en el momento que tal habló arrepintiose de ello, porque lo que deseaba saber, si picaba mucho en curiosidad, también le picaba algo el pudor. ¡Si encontrara una manera delicada de hacer la pregunta...! Revolvió en su mente todo lo que sabía y no hallaba ninguna fórmula que sentase bien en su boca. Y la cosa era bastante natural.

Supongo que este año no dejaréis pasar la temporada del Real sin abonaros como el año pasado... Su madre le mandaba callar con risita maligna, que era una invitación a proseguir. Rara era la tarde en que Carlota se sentase a coser con ellas que al fin no se levantase llorando. Un día, encarándose con Presentación, los ojos rasados de lágrimas, le dijo: Haces mal en burlarte de .

»Como yo ya suponía que Amaury volvería pronto, adopté la precaución de abrir la puerta con cuidado para que no la despertase el rumor de su llegada. »Esta no se hizo esperar. Cuando él entró, le indiqué con una seña que se sentase en el lado hacia el cual tenía vuelta la cara mi hija, para que pudiese verle así que abriera los ojos, ¡Ay de !