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Tras el grupo de jefes y escuderos entraron en la población los soldados de Morel, mezclados con multitud de gentes del pueblo en cuyos semblantes se leía el contento que les causaba la llegada de aquellos bizarros defensores.

Cuéntase, pues, que, apenas se hubo partido Sancho, cuando don Quijote sintió su soledad; y si le fuera posible revocarle la comisión y quitarle el gobierno, lo hiciera. Conoció la duquesa su melancolía, y preguntóle que de qué estaba triste; que si era por la ausencia de Sancho, que escuderos, dueñas y doncellas había en su casa que le servirían muy a satisfación de su deseo.

-También se puede decir -añadió Sancho- que lo comemos en el yelo de nuestros cuerpos; porque, ¿quién más calor y más frío que los miserables escuderos de la andante caballería? Y aun menos mal si comiéramos, pues los duelos, con pan son menos; pero tal vez hay que se nos pasa un día y dos sin desayunarnos, si no es del viento que sopla.

-Si eso es así, no tengo yo qué replicar -respondió Sancho-, pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.

A esta sazón, dijo don Quijote, volviéndose a Sancho: ¿No te dije yo, Sancho, que me habían de sobrar escuderos?

Capítulo XIII. Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos

Pero, en fin, sois malos y mal nacidos, y no podéis dejar, como malandrines que sois, de mostrar la ojeriza que tenéis con los escuderos de los andantes caballeros.

El señor de Butrón con sus hombres de armas y el barón seguido de sus escuderos, de Reno, Simón, Tristán de Horla y otros veinte, se lanzaron como leones contra las turbas que por ambos lados habían invadido la cubierta y abriéndose sangriento paso llegaron á lo más recio de la lucha.

A lo cual Sancho respondió que, por la ley de caballería que su amo había recebido, no pagaría un solo cornado, aunque le costase la vida; porque no había de perder por él la buena y antigua usanza de los caballeros andantes, ni se habían de quejar dél los escuderos de los tales que estaban por venir al mundo, reprochándole el quebrantamiento de tan justo fuero.

«Muy honrado caballero Es don Diego; pero sea El que ha de ser vuestro yerno Tal, que al hábito os suceda Como á vuestra noble casa215 Entonces don Diego, vuelta La color en nieve, dice, Y de ira y cólera tiembla: «Tan bueno soy como el DuqueYo con ira descompuesta 220 Respondo: «Los escuderos, Aunque muy hidalgos sean, No hacen comparación Con los príncipes; que es necia.