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Crujieron los inflamados tizones, y algunos se abrieron, hendiéndose como la granada madura; saltaron mil chispas, y medio se desmoronó el ígneo edificio bajo el peso de los nuevos materiales. Lamió suavemente la llama el reciente pasto que le ofrecían, y al fin comenzó a clavarle sus lenguas de áspid, arrancando con cada beso ardiente un chasquido de dolor.

No dejáis por eso de ser cristiano y hermano mío. ¡Ah, señor! ¡qué bondadoso sois! No tal; pero dejáos de señorías y llamadme padre. Pues bien, padre Aliaga, ya que me dais valor, voy á deciros... me atrevo á deciros... Montiño se detuvo. Fray Luis siguió arreglando sus tizones. Pues... me atrevo á deciros, aunque os parezca impertinencia, que vengo á confesarme con vos.

Más serenos y apacibles, menos trágicos y apasionados son los cuadros rurales, en cuya riquísima serie descuellan dos verdaderas novelas primorosas y acabadas, aunque de cortas dimensiones: Suum cuique y Blasones y talegas. Entre los más breves no se sabe cuál escoger, porque todo es oro acendrado y de ley: yo pongo delante de todos La Robla, El día 4 de octubre y Al amor de los tizones.

Con gran extrañeza, la vio oscura y vacía. Pero en aquel instante un leño que humeaba en el hogar se rompió, y a la luz de su llamarada vio a Federico Bullen sentado junto a los amortiguados tizones. ¡Hola! Federico se sobresaltó, púsose de pie y fue hacia él, medio tambaleándose. ¿Los compañeros dónde han ido? dijo el viejo. Al momento vuelven por aquí. Han salido a fuera a dar un pequeño paseo.

Le encontró al fin, y le reconoció al momento, cuando llegó a sus oídos el eco profundo y melancólico de La Leva y de El fín de una raza, o cuando vió desplegarse a sus ojos, en minucioso lienzo holandés o flamenco, avivado por toques de vigor castellano, el panorama de La Robla o de La Romería del Carmen, el nocturno solaz de la Hila al amor de los tizones, o el viaje electoral de don Simón de los Peñascales por la tremenda hoz de Potes.

Después... he de realizar mi programa, sin suprimir un solo número. Se oyó el silbato de la locomotora, y el tren pasó, haciendo retemblar el suelo; algunas brasas encendidas cayeron a los pies del filósofo. ¡Ajo! exclamó dando un puntapié a los tizones, ¡que vais a quemar mi palacio! ¡siempre ocurre lo mismo con estos condenados maquinistas!

De esta manera vinieron tras por algún trecho del camino, no pudiendo yo responderles palabra por las lágrimas que me corrían de los ojos, y por un inexplicable consuelo que me ocupaba el corazón, considerando cuán fácil es á la divina omnipotencia mudar los corazones y voluntades humanas, pues sólo con querer puede en un instante convertir los tizones del infierno en piedras resplandecientes del Paraíso; no cesaba de bendecir y besar las santas llagas del Redentor, á cuyos méritos reconocía deber el feliz éxito de esta Misión.

Pues hace frío repuso con su impasibilidad delante de las gentes el padre Aliaga ; el invierno es muy crudo... Y avivaba los tizones de la chimenea. Pero más cruda mi fortuna dijo Montiño. ¿Pues qué desgracia os ha sucedido? dijo el confesor del rey, dejando de ocuparse de los tizones y mirando de hito en hito á Montiño. ¡Oh! ¡si sólo fuese una desgracia! ¡Qué! ¿es más que una desgracia?

Maltrana pensó que alguna vez la hoguera, falta de nuevos combustibles, se extinguiría poco a poco; y cuando sólo quedasen rojos tizones y las tinieblas voraces invadiesen el círculo de luz, vendría la gran pelea, la lucha en la sombra, el empujón arrollador de la muchedumbre, el asalto de los engendros de la obscuridad, para apoderarse de todas las riquezas de los felices: de los bagajes que contienen el bienestar, monopolizado por ellos; de las armas, que son su mejor derecho.

En cuanto á la poesía del chisporroteo de los tizones y del hervir de los pucheros, así la encontró como lo que había buscado entre los jarales.