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Y no iba el parecer fuera de camino, porque eso resultó de tu respuesta, bien desentrañadas sus finezas y cortesías. Desde entonces fueron peras de a libra las cartas entre nosotros dos. corriendo la Ceca y la Meca, y yo firme y agarrado a estos peñascales como barda montuna.

Por supuesto, amigo mío. ¿Cómo había yo de creer que había otro género de tratos entre un hombre como usted y una persona semejante? Pues yo le creía un... medio personaje replicó don Simón, disimulando el mal efecto que le causaron las últimas palabras del ministro, que añadió: Hoy lo parecen todos, señor de los Peñascales.

¡Caramba! gritó aquí Peñascales, acordándose hasta de su hija . En este caso añadió , ¿estará usted con licencia? No, señor: jubilado. ¡Y tan joven! Señor de los Peñascales, la política no reconoce edades ni servicios. Verdad es. Sobre todo, cuando los funcionarios tenemos carácter y dignidad. También es cierto. Pero ¿no piensa usted volver a ejercer?...

Se me había figurado, no por qué añadió el intruso . ¡Como los periodistas estamos tan avezados a discutir hasta las fisonomías!... ¿Conque es usted periodista? exclamó don Simón más y más satisfecho. Hasta cierto punto, señor de los Peñascales. No comprendo... Quiero decir continuó el otro, afirmándose los lentes sobre la nariz que soy periodista de devoción, no de profesión.

Su mujer y su hija, entretanto, con el parecer, la habilidad y los recursos prestados de un tapicero de fama, preparaban su casa para dar cuanto antes la primera reunión con el lujo que el público tenía derecho a exigir de «los opulentos señores de los Peñascales».

El agua está allí como desesperada, verde de cólera, sin un momento de reposo, y lanza contra las rocas todas sus furias, todas sus espumas. Los peñascales negros avanzan desafiando el ímpetu de la ola embravecida, y por las hendiduras de las rocas, huellas del combate secular entablado entre el mar y la tierra, penetra el agua y salta a lo lejos en un surtidor blanco y brillante como un cohete.

Al cabo, entre lo más remoto de su progenie, halló ciertos Peñascales que le convinieron, pues sobre salirse este apellido de la rutina forestal de los demás, amén de ser muy sonoro, tenía sus ribetes de empingorotado. Pero no era cosa de prescindir totalmente del que había usado hasta entonces, por más de una razón que tuvo presente.

Los recién nacidos no se les parecían: ambos eran pelinegros y muy blancos, señal de que habían de ser morenos como sus pobres padres, que dormían para siempre entre los peñascales ensangrentados de Navarra. Ya no tenían ventura que esperar aquellas infelices mujeres: ni aun la de sufrir unidas.

Se llama don Simón de los Peñascales; es de arraigo, como a usted le gustan los hombres; tiene treinta mil duros de renta, y además mucho talento. ¡Ya, ya! gruñó por toda respuesta el tabernero.

El Champan se apartó de la playa, los remos se agitaron al compas de los gritos salvajes de los bogas, y pocos minutos despues, al torcer su curso el Magdalena por entre monstruosos peñascales, se perdieron de vista los últimos penachos de los cocoteros que indicaban el sitio de la Bodega. El hombre desapareció para ceder el campo exclusivamente á la vegetacion.