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Nélida continuó explicando el pasado. Desde que vio a Fernando por primera vez, frente a Tenerife, no había podido olvidarle... Esperaba que se aproximase, pero él se mantenía siempre aparte, y la rutina social no permite que la mujer inicie ciertas cosas.

El sentimiento católico de Torquemada no había sido nunca muy vivo. Cierto que en tiempos de Doña Silvia iban los dos á misa, por rutina; pero nada más. Pues después de viudo, las pocas ideas del Catecismo que el Peor conservaba en su mente, como papeles ó apuntes inútiles, las barajó con todo aquel fárrago de la Humanidad-Dios, haciendo un lío de mil demonios.

El brillo de otros siglos les atrae con su espejismo, pero llegan con retraso al llamamiento. Ustedes son los guerreros de un pueblo que forzosamente ha de vivir en paz; como los seminaristas son los futuros sacerdotes de un país en el que ya no se hacen milagros, ni hay fe, sino rutina y pereza de pensamiento.

Un gorrión con un grano de trigo en el pico, se puso enfrente de Ana y se atrevió a mirarla con insolencia. La dama se acordó del Arcipreste, que tenía el don de parecerse a los pájaros. «Era un buen señor Ripamilán; pero ¡qué manera de confesar! Una rutina que nunca le había enseñado nada. A no ser su matrimonio, nada había sacado de aquellas confesiones.

Entónces da á conocer sus fuerzas, y las conoce él mismo; entónces se palpa que su capacidad es superior á la rutina, y que quizas andando el tiempo podrá ensanchar el dominio de la ciencia.

Se pasaba entonces dos o tres días en completa tranquilidad, sin rezar más que los Padrenuestros que por rutina le salían de entre dientes todas las mañanas. Su conciencia giraba sobre un pivote, presentándole, ya el lado blanco, ya el lado negro.

Mónica era ecléctica, es decir, no trabajaba con sujeción a la rutina de ninguna escuela, sino que las cultivaba todas.

Al cabo, la opinión llegó a decir esto, aunque ya sin el visto bueno de Glocester: «Que había que desengañarse; el verdadero predicador de Vetusta era el Magistral». Pronto fue tal opinión un lugar común, una frase hecha, y desde entonces la fama del Obispo como orador se perdió irremisiblemente. Cuando en Vetusta se decía algo por rutina, era imposible que idea contraria prevaleciese.

Y tal es la fuerza de la rutina, que, hasta hace pocos años, en los buques de vapor el sitio de preferencia era la popa, sobre la hélice que lo hace temblar todo y donde es más violento el balanceo.

Los navegantes, al deslizarse por su superficie, iban guiados por la rutina ó por experiencias fragmentarias, sin llegar á abarcar las leyes fijas y regulares de las corrientes de la atmósfera y las corrientes marinas. La ciencia, que lleva realizados tantos descubrimientos en solo un siglo de existencia, se detenía desalentada ante las orillas del Océano.