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La señora se encogió de hombros. ¡Conmigo no ta debí nada! ¿Y cosa di jasé Paulita? No di faltá novio, ñora. Siguro di llorá un poco, ¡luego di casá con un español! La noche fué de las más tristes. En las casas se rezaba el rosario y piadosas mujeres dedicaban sendos padrenuestros y requiems á las almas de parientes y amigos.

Se pasaba entonces dos o tres días en completa tranquilidad, sin rezar más que los Padrenuestros que por rutina le salían de entre dientes todas las mañanas. Su conciencia giraba sobre un pivote, presentándole, ya el lado blanco, ya el lado negro.

Movía la cabeza incrédulamente cuando las vecinas, agrupadas en torno del enfermo, le atribuían cada una dolencias distintas, aconsejando remedios caseros, desde los cocimientos de hierbas raras y unturas hediondas, hasta la aplicación en el pecho de estampitas milagrosas y trazarle siete cruces en el ombligo con otros tantos padrenuestros. Es hambre decía Luna a su sobrina , nada más que hambre.

Todo se lo creyó Doña Paca, que rezaba algunos Padrenuestros para que Dios aumentase la piedad y las rentas del buen sacerdote, por quien Benina tenía algo que traer a casa.

Es cierto respondió el clérigo, cuyos ojos claros, azules, vagaban perdidos por el paisaje, que empezaba a desembozarse del manto oscuro de la noche y salía fresco y hermoso y goteando todavía de su baño prolongado. ¿Quiere usted que le recemos cinco padrenuestros? El sacerdote se despojó del sombrero en silencio y comenzó en voz baja a decir el padrenuestro.

Decía el pobre hombre que se sabía de memoria los pecados de la Regenta y la interrumpía siempre con su eterno: 'Bien, bien, adelante: ¿qué más? adelante... reza tres Padrenuestros, una Salve y reparte limosnas'. ¡Qué hombre tan raro! ¿Cuándo le había hablado don Cayetano de si tenía ella este o el otro temperamento?

Ladró a la caja, a los paraguas y volvió a esconderse. Lo habían olvidado en la sala, cerrada con llave por don Pompeyo. Guimarán, de levita negra presidía el duelo. Delante del féretro, en filas, iban muchos obreros y algunos comerciantes al por menor, con más, varios zapateros y sastres, rezando Padrenuestros. Guimarán había propuesto que no se dijese palabra.

Racimo de gusanos que se arrastra por el polvo de los caminos y se desgrana en los mercados y feriales de las villas, salmodiando cuitas y padrenuestros.

Había que estar bien con el poderoso señor, y rezó fervorosamente varios padrenuestros de pie ante la imagen, reflejándose los cirios como estrellas rojas en las córneas de sus ojos africanos. Un movimiento de las mujeres arrodilladas delante de él distrajo su atención, ávida de intervenciones sobrenaturales para su vida en peligro.