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Entre las sombras de la noche, mi ávida mirada distinguia, aunque confusamente, la ciudad de Santa Cruz, que simbolizaba á mis ojos toda España, y saludándola con júbilo y emocion, la perdí de vista en el momento en que continuamos nuestro largo viaje. De Santa Cruz de Tenerife á San Vicente, en el Cabo Verde, se emplean cuatro dias.

Le va a proponer algún negocio, como se lo está proponiendo en este momento a Pérez, el que se sienta a su lado; Pérez el anglómano, que se indignaba esta mañana en Tenerife; el «amigo de la civilización»... Y si el señor Kasper se digna interesar a usted en sus asuntos, inútil es decirle que su fortuna está hecha. ¡Padre extraordinario!...

Fortalecido por tales propósitos, siguió escribiendo con más soltura e ingenuidad, como si fuese el mismo hombre de diez días antes y esta carta igual a la que había enviado desde Tenerife. Pero no era el mismo; veíase obligado a reconocerlo. Sus pecados le ligaban a aquel buque, y mientras no saliese de él, serían inútiles sus esfuerzos para volver al pasado.

Allí se levantaban, al lado del volcán de Tenerife, que nos ha quedado, y de nuestros apagados volcanes de la Auvernia, el Rhin, Herefort, etc., los que debieron minar la existencia de la Atlántida. Todos juntos constituían la parte opuesta de los volcanes de las Antillas y demás cráteres americanos.

Su longitud de Tenerife 313 grados y 16 minutos: 12 grados y 44 minutos al oeste de la isla de los Lobos, desde la cual llevaba el Padre Quiroga, y los demas pilotos, la cuenta para su gobierno. El martes 11 de Enero, se levaron con el nor-oeste, y salieron con el trinquete, y velacho.

Juntos habían acogido con un mutismo de altivez a los que subieron en Lisboa, sospechosos intrusos para la tranquilidad de los primeros ocupantes; y así habían navegado hasta Tenerife. Pero ahora empezaba el verdadero viaje: la vida común lejos de toda tierra, sin que un nuevo chorro de extraños pudiese turbar la paz del convento flotante, y todos se sentían unidos por repentina fraternidad.

Hoy es viernes contestó Manzanares ; anteayer salimos de Tenerife... También a me parecen dobles o triples los días que llevamos aquí. ¡Y los que nos faltan aún para llegar!... Esta tarde, según dice el capitán, veremos de lejos las islas Cabo Verde... El lunes pasaremos la línea. El viaje no puede presentarse mejor: una lindura... Mire usted qué mar.

Es de esa raza vigorosa y altiva que han salido tantos valientes, de los vencedores en Tenerife y Barbacoas, en la época de la independencia, y mas tarde tan temibles combatientes en las desgraciadas contiendas civiles del Magdalena.

Está bien dijo solemnemente . Pero como aquí nadie viene sin pasaje y el buque no pué retroceer por vosotros, vais a golveros nadando a Tenerife. La isla está allí cerquita. Y señalaba la costa que se veía en lontananza, entre la borda del buque y el filo del toldo. El oficial se acariciaba impasible la barba rubia mientras el intérprete traducía sus órdenes.

Estuvo luego en Lisboa, con el propósito de encaminarse á la América meridional y realizar uno de sus deseos más vehementes; visitó, pues, la isla de Madera y también las Canarias, subiendo al pico de Tenerife y abandonando, al fin, su propósito, porque su salud, ya delicada, no se prestaba á las exigencias de un viaje de esta especie.