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Gritó desde la puerta; pero como no respondiera al llamamiento su vecina, salió impaciente. No tardó cinco minutos en volver acompañada de una mujer joven y flacucha, insignificante, lacrimosa, horriblemente vestida, pero peinada con increíble esmero.

Sólo había en ella una criada vieja cuidándola. De ésta se valió para averiguar dónde estaba María y pasarle un recado a fin de que viniese a verle. No se equivocó la planchadora sobre el objeto de tal llamamiento.

Comenzó la profesión de fe. El obispo preguntaba, leyendo por un libro, si estaba pronta a dejar la vida del mundo y el comercio de las criaturas para consagrarse exclusivamente al servicio de Dios. María contestaba que había escuchado la voz del Señor y corría presurosa a su llamamiento.

No veo su anillo de matrimonio. Y miraba sonriendo las manos masculinas puestas sobre la mesa. Pero otra cosa pareció preocuparla más que el estado civil del señor que la había seguido. Volvió los ojos con cierta ansiedad hacia el mostrador, donde estaba el camarero esperando su llamamiento. ¿Puedo tomar una copa? preguntó . Advierto á usted que el whisky de aquí es magnifico.

El tren acababa de entrar en la estación del Bragado, y de entre la concurrencia bastante numerosa que ocupaba el andén había salido este grito: ¡Señor Melchor Astul! El llamamiento se repitió hasta que, parado el convoy, descendieron los tres amigos, y Melchor, impresionado y nervioso, abriéndose paso por entre la concurrencia, respondía a los llamamientos gritando: ¡Aquí!... ¡Aquí!...

Con el objeto de dar á luz una obra mas completa, hago desde hoy un llamamiento general al patriotismo de los Bolivianos, pidiéndoles: 1° Documentos antiguos ó modernos sobre la historia, consistiendo, ya en manuscritos, ya en notas que contengan los datos precisos de los cambios de gobierno bajo el régimen español, durante las guerras de la independencia, ó despues de la gloriosa batalla de Ayacucho.

Me parecía que el mundo entero daba vueltas a mi alrededor, y tuve que hacer un llamamiento a todo lo que me quedaba de buen sentido para no cogerla y estrecharla entre mis brazos. Gracias a ese poquito de buen sentido que me quedaba, le dije: Yo no quiero, mi querida niña, aprovecharme de un momento de emoción. Usted podría arrepentirse de ello después, y sería demasiado tarde.

El buen señor desahogaba su cólera sonándose, sonándose fuerte y repetidamente, y aquel furioso trompeteo resonaba en la casa como las cornetas de un llamamiento militar.

En cuanto al nuevo sesgo que forzosamente iban a tomar las relaciones de Beatriz con el marqués, nada le pareció mejor a fin de prevenir todo peligro sino hacer un llamamiento a los sentimientos de honor que en los dos reconocía.

Salvador, al oír aquel extraordinario ruido en el tabique, creyó, por la violencia del llamamiento, que a D. Benigno se le había roto la otra pierna cuando menos, o que había sido atacado de algún descomunal accidente.