United States or Iran ? Vote for the TOP Country of the Week !


Habiendo acudido el dueño del taller al escuchar el rumor de la conversación, dio el notario su nombre, con tono bastante infatuado, y recordó que él había recomendado a aquel hombre por mediación de su tapicero.

Pues que imitara sus vicios». Para la Marquesa no había más que Luis XV y Regencia. Los muebles de su salón amarillo y la chimenea de su gabinete estaban copiados de una sala de Versalles, según aseguraban el tapicero y el arquitecto; pero el amor de la Marquesa a lo mullido y almohadillado había ido introduciendo grandes modificaciones en el salón Regencia.

Su mujer y su hija, entretanto, con el parecer, la habilidad y los recursos prestados de un tapicero de fama, preparaban su casa para dar cuanto antes la primera reunión con el lujo que el público tenía derecho a exigir de «los opulentos señores de los Peñascales».

Un tapicero de gran nombre se encargó de corregir y suavizar el desmedido lujo de un mueblaje chillón y extravagante. Hecho esto, la amiga de madama Scott tuvo la suerte de encontrar, desde el primer momento dos artistas eminentes, sin los cuales no podría fundarse ni funcionar una gran casa.

Elena lo comprendió y le propuso que se fuese antes que ella, aguardándola allí los pocos días que faltaban ya para que el ebanista y el tapicero dejasen terminada la reforma del salón. Aceptó gustoso contando que solamente una semana tardaría su esposa en juntarse con él. Transcurrió la semana, corrían ya los últimos días del mes de julio y Elena no daba aviso de su partida.

Los buenos los ha vendido usted... ¿Y el alfiler, la cadena, el medallón...? Esas prendas son mías y puedo disponer de ellas a mi gusto dijo Isidora prontamente, dueña ya de misma. Las ha empeñado usted. Las he pignorado replicó ella con aplomo y burla , como dicen ustedes los hombres de negocios. por el tapicero que no ha pagado usted las sillas. Y sin embargo... Usted me dio el dinero.

El tapicero protestó en tiempo oportuno; en el salón sentaba mal lo capitoné, según su dogma, pero la Marquesa se reía de estas imposiciones oficiales. En los demás muebles del salón, espejos, consolas, colgaduras, etc., se había pasado de lo que entendiera el mueblista por Regencia a la mezcla más escandalosa, según el capricho y las comodidades de la Marquesa.

Como otros tres o cuatro de los que asistían a diario al club, entraba en él y alternaba con toda la alta aristocracia, sin derecho alguno. Alcántara era de familia humilde, hijo de un tapicero de la calle Mayor. En muy poco tiempo se había gastado la pequeña hacienda que le dejó su padre y después vivió del juego y a préstamo. A todo Madrid debía y hacía gala de ello.

Me lo ha dicho una compañera, que trabajamos ella y yo en ca el tapicero que ha traído muebles al entresuelo, pa ese señor que ha puesto el cuarto. No fue necesario más.

Verdad es que el siglo tapicero necesita de dos elementos para brillar: del judío cambalachista e importador, del brocateur, como le llaman los franceses, y del burgués fatuo que compra y colecciona y que se da por fino y sagaz conocedor de lo viejo, de ese inestimable vieux, que todos se disputan, aun a riesgo de que resulte apócrifo.