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Lo que le llegaba al fondo del alma y le hería en lo más vivo era el tono irónico y fatuo que Velázquez adoptaba cuando se sacaba á cuento el tema de su matrimonio. Generalmente era Paca quien, en su afán de legalizar la situación de los amantes, lo ponía directa ó indirectamente sobre el tapete. Mira, Paca, no te subas al púlpito.

Rosas, que tanto lo calumnia, se ahogaría en el lago que podría formar toda la sangre que ha derramado; y los 40 millones de pesos fuertes del Tesoro nacional y los 50 de fortunas particulares que ha consumido en diez años, para sostener la guerra formidable que sus brutalidades han encendido, en manos del fatuo, del iluso Rivadavia, se habrían convertido en canales de navegación, ciudades edificadas y grandes y multiplicados establecimientos de utilidad pública.

Oía los hermosos proyectos que hacían Makaraig y Sandoval y le sonaban á ecos lejanos; las frases del vals le parecían tristes y lúgubres, todo aquel público, fátuo é imbecil, y varias veces tuvo que hacer esfuerzos para contener las lágrimas.

No le creo a usted fatuo, pero las mujeres debemos siempre vivir prevenidas. En la soltura y en el tono jocoso que adoptaba se podía advertir cierta afectación. Su voz estaba ligeramente alterada. Alrededor de los ojos había esa palidez que denuncia siempre la emoción que embarga el espíritu.

Comunicado a renglón seguido en mi papel y en todos los contemporáneos en que el autor de la comedia dice que es excelente, y el articulista un acéfalo: se conjuran los actores, cierran la puerta del teatro a mis comedias para lo sucesivo, y ponen el grito en los cielos. ¿Quién es el fatuo que nos critica? ¡Pícaro traductor, ladrón, pedante! ¿Y esto logra el pobre amigo de la verdad y de la ilustración? ¡Oh qué placer el de ser redactor!

¡Eso es, hazle frente, y después de haberle robado la honra, mátalo!... Los valientes hacen las cosas por redondo. Eres un necio y un fatuo... Si no amas la vida ahora, no mereces la dicha que has logrado... ¡Huye, huye, insensato!... El valor no consiste en despreciar la vida, sino en saberla perder á tiempo. El viento había derribado el sombrero del señorito.

Aquello no fue más que una sospecha fugaz como el relámpago, que apenas nace muere: lo que me produjo más que odio, más que despecho, más que cólera, fue el conocimiento de las ventajas que por momentos ganaba el fatuo Mengis en el corazón de aquella que tan absoluta y súbitamente se había hecho dueña de mi voluntad y de mis sentimientos.

Los personajes de Don Lucas, fatuo instruído, ostentoso y pedante, y de su hermana, la solterona Alfonsa, vieja y presumida, son, como caricaturas burlescas, de todo punto inimitables; las escenas ridículas de la posada, en donde los diversos huéspedes, engañados por la obscuridad, se equivocan del modo más extraño al acudir á sus citas, bastan para mover á risa al más triste hipocondriaco; y el enredo ó la trama de la misma comedia, esto es, el empeño de Don Lucas en casarse con una dama joven y bella, sirviendo de juguete á ésta y á su propio sobrino, se describen con habilidad y gracia incomparables.

Yo era en aquel tiempo un fatuo, muy envanecido de mi nombre, de mi juvenil importancia y de mis pobres triunfos de salón; pero tenía el corazón sano, adoraba á mi madre, con la que había vivido durante veinte años en la más estrecha intimidad que pueda unir dos almas en este mundo; me apresuré á asegurarle mi obediencia: ella me dió las gracias inclinando la cabeza con una triste sonrisa y me hizo besar á mi hermana dormida sobre sus rodillas.

El hombre es un fatuo del porvenir: la mujer rara vez pasa de vanidosa presente. Y quizá la mujer se halle en esto mejor orientada. La posteridad se compone de las gentes que aún no han nacido. Y conociendo a las que ahora existen, no es de suponer que sean mejores ni más sensatas las que aparezcan sobre la tierra en las futuras edades.