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Fortunata no comprendía. «Me explicaré mejor. Quiero decir que al maltratar a tu rival le has dado la victoria sobre ti. El hombre a quien queréis las dos pudo haber vacilado antes de elegir la que definitivamente había de merecer su amor. Ahora no vacilará. Entre una que se descompone y hace las brutalidades que hiciste y otra que padece y es maltratada, el amor tiene que preferir a la víctima. Toda víctima es por interesante. Todo verdugo es por odioso. En un pleito de amor, la víctima gana siempre.

Hay un fondo de crueldad en el hombre, y sobre todo en el niño, que goza obscuramente cuando la barbarie humana sale a la superficie. Casi siempre, al hablar de las piraterías y de las brutalidades de los barcos negreros, Yurrumendi solía recordar una canción en vascuence.

Los domingos, si iba un rato á la taberna de Copa, donde se reunía toda la gente del contorno, era para mirar á los jugadores de truco, para reir como un bendito oyendo los despropósitos y brutalidades de Pimentó y otros mocetones que actuaban de gallitos de la huerta, pero nunca se acercaba al mostrador á pagar un vaso.

Manín, hombre, repara que estás molestando a esas señoras le decía a lo mejor hallándose ambos en cualquier tienda. Bueno, bueno; pues si quieren estar a gusto, que traigan de casa un jergón y se acuesten respondía el bárbaro en voz alta. D. Pedro se mordía los labios para no soltar el trapo, porque le hacían extremada gracia tales groserías y brutalidades.

Sus brutalidades con las señoras vienen de que no tiene conciencia de las delicadas atenciones que la debilidad merece; las humillaciones afrentosas impuestas a los ciudadanos provienen de que es campesino grosero, y gusta por ello de maltratar y herir en el amor propio y el decoro a aquéllos que sabe que lo desprecian.

No había entusiasmo ni embriaguez revolucionaria, ni amenazas. La República entraba para cubrir la vacante del Trono, como por disposición testamentaria. No la acompañaron las brutalidades, pero tampoco las victorias. Diríase que había venido de la botica tras la receta del médico. Se le aceptaba como un brebaje de ignorado sabor, del cual no se espera ni salud ni muerte.

Nucha, no seas chiquilla.... Perdona, mujer.... Dispensa, no creía que eras . Conteniendo un sollozo, exclamó Nucha: Fuese quien fuese.... Con las señoritas no se hacen estas brutalidades. Hija mía, tu señora hermanita me buscó..., y el que me busca, que no se queje si me encuentra.... Ea, no haya más, no estés así disgustada. ¿Qué va a decir de el tío? Pero ¿aún lloras, mujer?

Rosas, que tanto lo calumnia, se ahogaría en el lago que podría formar toda la sangre que ha derramado; y los 40 millones de pesos fuertes del Tesoro nacional y los 50 de fortunas particulares que ha consumido en diez años, para sostener la guerra formidable que sus brutalidades han encendido, en manos del fatuo, del iluso Rivadavia, se habrían convertido en canales de navegación, ciudades edificadas y grandes y multiplicados establecimientos de utilidad pública.

No fue, no, avinagrado el gesto de Granate al chuparlo. ¡Ya lo creo que me lo fumaré! exclamó sonriendo beatamente. Me salen a doscientos pesos el millar... Pero ahora, después de chuparlo usted, vale un millón... Vamos, no empieces a decir brutalidades. Llévame a casa... Esta luz me marea. Llegaron hasta la corrada cogidos del brazo. Allí un pollastre les dijo desde lejos: ¿Dónde van ustedes?

Mientras confió el mozo, y la prendera supo hacerle esperar, en que la boda le proporcionaría cuartos, ocultó sus mañas; pero verificado el matrimonio, libre la madrastra, sujeta Engracia y chasqueado el novio, comenzó éste a dar mala vida a la muchacha. Afortunadamente, sus brutalidades duraron poco.