United States or Haiti ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tal vez el director decía: «¡Cristo!» y miraba con fingido enojo al trompa, y entonces ella encogía los hombros y mordía la punta de la lengua con picardía de colegiala, para decir enseguida, llena de abnegación: Maestro, maestro... senti, non e'colpevole, questo signore, sono io. ¡Qué música de voz! ¡Qué corazón!, pensaba Bonis, que entraba en el palco de sus amigos.

Y no sólo las tertulianas, pero también sus amigas y conocidas me mandaban los abanicos, ora por mediación, ora directamente con un billetito recomendándose a mi galantería y poniendo por las nubes mis dotes poéticas. Pero tantas había repetido estos o parecidos conceptos, que para hallar forma diversa con que exponerlos me veía y deseaba, prensaba la cabeza y me mordía los dedos de rabia.

Todo se lo iba a llevar la trampa. Había que prepararse. Oh, podrían arrojarla de Vetusta, pero ella no se iría sin llevarse medio pueblo entre los dientes». Por eso mordía con aquel furor que asustaba a su hijo. Fermo, el señorito, pensaba a solas, en su despacho de Fausto eclesiástico. «¡Solo, estoy solo, ni mi madre me consuela! ¿Qué he de hacer?

, hija de mi alma, te quiero más que a mi vida... Perdóname. Yo también te quiero a ... ¡A ellos no! Antes quería a madrina, pero ahora no... ¡Me ha pegado tanto! ¡Si supieras!... Me mordía, me arañaba, me arrastraba por el suelo, mandaba a Concha que me azotase con la ballena, me ataba con una cuerda como a los perros... ¡Calla, calla, que me matas! profirió Luis sollozando.

no eres un buen compañero decía Morales con tristeza . Yo te miro como mi única familia, y guardas secretos conmigo. Jaramillo no quería quedarse desarmado por su indiscreción. ¿Y si le mordía á Morales uno de estos bichos venenosos al andar descalzo por los hierbales?...

Pero su rostro permanecía impasible. Ni la más leve contracción acusaba el dolor que la mordía. La tertulia se deshizo a las doce, como siempre. Fernanda sintió gran consuelo al respirar el aire frío y húmedo de la noche. Tenía ansia de quedarse a solas con su pensamiento y darse cuenta cabal de lo que acababa de aprender. Había llovido mucho.

Yo las desde mi lecho infantil, donde manos maternales me habían confinado contra mi voluntad desde bien temprano. Las y mi corazón quedó traspasado de dolor porque he nacido en Entralgo, vergel precioso que dos ríos fecundan. Las lágrimas saltaron de mis ojos y mordía las sábanas con rabia, ansiando llegar á hombre para vengar la afrenta de los míos.

Amaury, con el corazón próximo a estallar, retorciéndose los brazos y vertiendo amargo llanto, semejaba la estatua de la desesperación y del dolor. El señor de Avrigny, mudo e inmóvil, sin lanzar ni un suspiro ni derramar ni una lágrima, mordía el pañuelo, tratando de recordar las plegarias recitadas en su niñez y olvidadas hacía ya mucho tiempo.

De pronto, el frío de la habitación mordía en sus carnes, despertándola de este ensueño tropical. De un último salto iba á refugiarse en los brazos de él. ¡Oh, mi argonauta amado!... ¡Tiburón mío! Se apelotonaba contra el pecho del navegante, acariciándole las barbas, empujándolo para incrustarse en el diván, que resultaba estrecho para los dos.

Pero él seguía dando paseos. Estaba nervioso, incomodado consigo mismo. Mitológicamente hablando, se mordía su propia cola. «Estas mujeres locas murmuró gruñendo , si comprendieran su interés; si supieran apreciar lo que valen las relaciones con una persona decente... Isidora, aguarda, oye la voz de un amigo.