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No hagáis ostentación en vuestra novela prosiguió la marquesa de frases y palabras extranjeras de que no tenemos necesidad. Si no sabéis vuestra lengua, ahí está el diccionario. Bien dicho repitió Rafael ; no daremos cuartel a las esbeltas, a las notabilidades ni a los dandys; perversos intrusos, parásitos venenosos y peligrosos emisarios de la revolución.

Los indios le administraron antes que nosotros en las fiebres intermitentes, mordeduras de animales venenosos, el cáncer, etc.; las píldoras asiáticas son una esportacion de la India. § II. Generalidades. Bien podemos decir con el estudioso Lobethal, que el arsénico es un medicamento inagotable en efectos fisiológicos y terapéuticos.

-No -dijo Ricote, que se halló presente a esta plática- hay que esperar en favores ni en dádivas, porque con el gran don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, a quien dio Su Majestad cargo de nuestra expulsión, no valen ruegos, no promesas, no dádivas, no lástimas; porque, aunque es verdad que él mezcla la misericordia con la justicia, como él vee que todo el cuerpo de nuestra nación está contaminado y podrido, usa con él antes del cauterio que abrasa que del ungüento que molifica; y así, con prudencia, con sagacidad, con diligencia y con miedos que pone, ha llevado sobre sus fuertes hombros a debida ejecución el peso desta gran máquina, sin que nuestras industrias, estratagemas, solicitudes y fraudes hayan podido deslumbrar sus ojos de Argos, que contino tiene alerta, porque no se le quede ni encubra ninguno de los nuestros, que, como raíz escondida, que con el tiempo venga después a brotar, y a echar frutos venenosos en España, ya limpia, ya desembarazada de los temores en que nuestra muchedumbre la tenía. ¡Heroica resolución del gran Filipo Tercero, y inaudita prudencia en haberla encargado al tal don Bernardino de Velasco!

A todos los que andan por el campo, de gañanía en gañanía, repartiendo papeluchos malos y libros venenosos, cuatro tiros. A los que echan soflamas y ahullan barbaridades en esas reuniones a cencerros tapados que tienen de noche en un rancho o en los alrededores de un ventorro, cuatro tiros.

Y así, siguiendo esta comparación de los frutos, y convirtiendo imaginariamente cada soneto de usted, pongo por caso, en un melocotón, yo entiendo que usted debe darlos mejores, y que aun los catorce, de que tratamos aquí, serían exquisitos, si el moscardón ó avechucho del naturalismo, que vaga por el aire, no hubiera clavado en ellos el aguijón y depositado allí venenosos huevecillos que se convierten en gusanos y podredumbre.

Tal vez era de él la culpa, ya que toleraba desobediencias en su escritorio. Y Fermín, porque había viajado, porque había vivido en Londres y leído unos libracos venenosos para su alma, se creía con derecho a imitarles. ¿Acaso era él extranjero? ¿No lo habían bautizado al nacer? ¿O es que por haber ido a Inglaterra, a costa del bolsillo de su difunto padre, se creía superior a los demás?...

Aun cuando las habitaciones sean palacios, aquella soledad, aquella gente tan ordinaria..., el cencerro del ganado, aquellos callejones llenos de zarzas, de charcos y bichos venenosos...; ¡qué desconsuelo¡... Después, de noche, el bufar de las lechuzas, los ladrones..., ¡horror! ¡Pasar yo una semana en la aldea!... ¡Ave María Purísima!... Mire usted, hasta el pasear por el Alta me pone de mal humor, porque se me figura que me va á faltar tiempo para bajar de día á la ciudad.... Nosotros, los que hemos nacido en ella, desengáñese usted, no podemos acostumbrarnos á salir de nuestras calles empedraditas, de nuestros paseos, de nuestras reuniones.... ¡Es todo tan ordinario en la aldea!

Todos sus otros amores habían sido pérfidos y venenosos, no le habían dejado ni un solo buen recuerdo: desdén y nada más que desdén le inspiraban todos ellos: desdén contra las pérfidas, desdén contra mismo. En un tiempo se había vanagloriado de aquellos amoríos, se había ensoberbecido con ellos como si cada uno hubiera sido una verdadera fortuna.

Reducciones de indios en las riberas de los ríos Paraná y Uruguay I 17 Reducciones de indios Guaranís y número de almas bautizadas por los Misioneros en 1717 I 18 Regreso del P. Yegros de la conversión de los indios Zamucos. Remedios que aplican los Chiquitos para curar á los enfermos I 46 Reptiles venenosos que se crían en las provincias de los Chiquitos y mortíferas causas de sus picaduras I 45

Le felicitó Ojeda agresivamente por su buena fortuna, y Maltrana, con la ceguera del hombre amado, aceptó ingenuamente estos plácemes venenosos... ; estaba contento de la vida. Alguna vez le había de tocar a él. Bien que no soy gran cosa dijo con falsa modestia; pero así y todo, alguien se ha fijado en . A veces tiene éxito la fealdad.