United States or Guam ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los buenos habitantes de Lima se encerraban en casita a las diez de la noche, después de apagar el farol de la puerta, y la población quedaba sumergida en plena tiniebla, con gran contentamiento de gatos y lechuzas, de los devotos de la hacienda ajena y de la gente dada a amorosas empresas.

En los aleros y canalones habían hecho sus nidos las golondrinas, y en los altos árboles se cobijaban cornejas y lechuzas que lanzaban de noche su grito siniestro. El jardín era un jardín abandonado, con un estanque misterioso y sombrío, a cuyas orillas los chopos, desprendiéndose de sus hojas, durante años rodearon de láminas de plata.

Vió de lejos otro palacio grandioso, y como adivinase que era la Universidad por las grandes lechuzas doradas que coronaban las techumbres cónicas de sus torres, quiso ir hacia él; pero Ra-Ra le disuadió. Más tarde, gentleman. Allí descansará usted. Y dirigió su marcha hacia el puerto.

Gabriel, en sus rondas de vigilancia, sentía batir sobre su cabeza pesadas alas. Al grito de los murciélagos se unían chillidos lúgubres de pájaros que, asustados, cortaban el aire, chocando con las pilastras. Eran las lechuzas, que bajaban atraídas por el aceite de las lámparas, estremeciendo a éstas con el roce de sus plumas.

Llevaban coronas de cebollas, ajos, puerros y otras hortalizas de aroma desagradable y violento; dos lechuzas, varios muciérlagos y otros avechuchos temerosos y repulsivos, a fin de arrojar las coronas sobre el autor y soltar sobre la sala las nocturnas aves, en la coyuntura propicia. Los estudiantes habían determinado que lo más divertido era fingir grandes extremos de entusiasmo.

El capellán, en tanto, escudriña en la sombra con recelosa previsión. De pronto da una gran voz, grande y estentórea. ¡Falta la lámpara! ¡Trágame, tierra! ¡No han sido lechuzas las que entraron aquí, fueron lobos! ¡Ni una luz que alumbre tu sepultura, pobre Rusa! ¡Nada han dejado! ¡Rusa, pide por y por esos ladrones que bebieron la leche de tus pechos! ¡Son nuestros hijos, María Soledad!

Yo me alcé de hombros... ¿Qué tenía que ver eso conmigo?... Recorrimos en silencio, siempre del brazo, unas callejuelas imposibles. Las casas, aunque rígidas e inmobiles, hacíannos al pasar muecas y gestos, unas veces de paz y amor, otras de odio y cólera. Pululaban allí lechuzas, viejas y ánimas en pena. ¿Has notado, Nanela pregunté a mi amada que en esta ciudad siempre es noche?

He tenido que engañarla; ahora mismo la estoy engañando. ¡Engañando! , por cierto; la tengo escondida en mi chiribitil, en el agujero de lechuzas, que me sirve de habitación hace treinta años. ¿Y por qué la engañáis? Si no fuera por sus celos, ella no hubiera venido; la he asegurado de que vería entrar á su amante en el aposento de doña Clara Soldevilla. ¡Su amante! ¿y quién es su amante?

Aun cuando las habitaciones sean palacios, aquella soledad, aquella gente tan ordinaria..., el cencerro del ganado, aquellos callejones llenos de zarzas, de charcos y bichos venenosos...; ¡qué desconsuelo¡... Después, de noche, el bufar de las lechuzas, los ladrones..., ¡horror! ¡Pasar yo una semana en la aldea!... ¡Ave María Purísima!... Mire usted, hasta el pasear por el Alta me pone de mal humor, porque se me figura que me va á faltar tiempo para bajar de día á la ciudad.... Nosotros, los que hemos nacido en ella, desengáñese usted, no podemos acostumbrarnos á salir de nuestras calles empedraditas, de nuestros paseos, de nuestras reuniones.... ¡Es todo tan ordinario en la aldea!

A ratos surgía, repentino y en gradación descendente, el trino glutinante de alguna perdiz que huía a refugiarse en su mimetismo; los teros saludaban a la distancia, lanzando su estridente grito y mientras los tordos, los cardenales y los chingolos se paseaban por el lomo de las vacas, las lechuzas parecían encogerse de hombros indiferentes o despreciativas, al levantar el vuelo de poste a poste, a medida que el break avanzaba en su camino.