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Y diga á los que duermen En el polvo sangriento: «Dad otra vez al viento «De Mayo el pabellon; «Y vencidos cien veces, «Otras tantas deshechos, »Oponed duros pechos «A la dura opresion, que la voz del niño Oráculo es del cielo Para anunciar consuelo A un pueblo en horfandad, Y sus puras palabras Al tiempo de verterlas Se convierten en perlas En la urna funeral. JOS

D. Pedro los cincuenta uniformes amarillos y encarnados que le estamos haciendo, todos galoneados de plata y cortados en forma que llaman de española antigua. Me temo mucho dijo Amaranta riendo que D. Pedro y otros tan extravagantes y locos como él, pongan en ridículo a Cortes y procuradores, pues hay personas que convierten en mojiganga todo aquello en que ponen la mano.

Ya ha ardido casi por completo dijo Hullin en voz baja. respondió la labradora ; he ahí cuarenta años de trabajos y fatigas que se convierten en humo; pero es igual, no pueden quemar mis buenas tierras, el gran prado de Eichmath. Empezaremos a trabajar de nuevo. Gaspar y Luisa reharán todo esto. Por mi parte, no me arrepiento de nada.

En ocasiones se llega hasta el punto de acudir á la mitología griega para dar forma á las creencias cristianas; de suerte que resulta una doble alegoría, como, por ejemplo, en El Amor y Psiquis, de Calderón, significando el Amor á Cristo, y Psiquis á la Fe. Los personajes históricos que aparecen en ellos, prescinden casi siempre de su carácter y se convierten en alegóricos.

Las fiestas de noche que allí se dan en medio del incendio de luces con que brillan, semejan un cuento de hadas: sus orquestas y teatros, entre los que ocupa el primer lugar el llamado de las flores, por serlo así en realidad: sus canales y puentes, sus montañitas y cascadas, le convierten en un jardin encantador.

Y los átomos de ese astro se dispersan y se convierten bien pronto en una lluvia, de la cual las mariposas de esta tierra, que buscan en vano los cielos y vuelven a descender, ¡criaturas jamás satisfechas! nos devuelven partículas a veces sobre sus alas estremecidas.

Por otra parte, la vida de combates sin tregua contra toda clase de peligros y quizá también el aire puro y saludable que respiran los convierten en hombres atrevidos y desdeñosos de la muerte. Trabajadores pacíficos, á nadie atacan, pero saben defenderse. La montaña protectora les da medios para precaverse contra la invasión.

Los ingleses convierten la gimnasia en baile, con la alegría de un cuerpo sano satisfecho de su fuerza.

Ninguna arma de fuego traspasaría su cuerpo. A su presencia, huiría el elefante, el tigre se encaramaría á los árboles, y el rinoceronte, á pesar de lo consistente de su piel, no estaría en salvo. La esbelta elegancia del hombre, su forma longitudinal, dividida en tres partes con cuatro grandes apéndices, divergentes, alejados del centro, lo convierten, por más que se diga, en un ser muy débil.

Cambiaría de repente la faz del mundo, sin sangre y sin catástrofes. Desaparecerían, con los ejércitos y las leyes fabricadas por los poderosos, todo el antagonismo entre los felices y los desgraciados, todas las imposiciones y crueldades que convierten la tierra en un presidio.