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Actualizado: 7 de junio de 2025
Tenemos en estas sales una accion que es comun á la de todos los alcalinos por su carácter fundamental: si, bajo su influencia, la fuerza plástica no sufre alteraciones que hagan degenerar su tipo y den lugar á productos nuevos, á escrecencias, á vegetaciones, ni aun á exudaciones que constituyen falsas membranas, y que no confundimos con las capas mucosas, ni á exudaciones simples y mucoso-purulentas, la fuerza plástica se debilita hasta el punto que los elementos orgánicos presenten una falta de cohesion, una especie de descomposicion incipiente; la sangre se empobrece, los sólidos se ponen flácidos, los líquidos se alteran, las fuerzas se debilitan, las membranas mucosas y serosas se convierten en puntos de secreciones abundantes, el tejido celular se engruesa y deja distender las células por la serosidad, el organismo entero está en un estado de atonía y deterioro que puede ser precedido de cierta turgencia sanguínea con sequedad de las superficies exhalantes y secretorias, y que le subsigue siempre.
Pero vamos a ver, señor Núñez, ¿piensa usted que haya infierno? Realmente no he podido hasta ahora formar clara idea de él, porque si los condenados cuecen allí a fuego lento, como aseguran, no comprendo cómo al poco tiempo no se convierten en papilla y si se asan no se transforman en carbón... Pero, en cuanto al cielo, lo concibo admirablemente.
Lo cual es tan verdad, que no me dejaría mentir ni decir cosa en contrario todo ese enjambre de autorzuelos, a quienes pudiéramos aplicar los tercetos del rey de Artieda: «Como las gotas que en verano llueven, Con el ardor del Sol, dando en el suelo, Se convierten en ranas, y se mueven: Con el calor del gran señor de Delo Se levantan del polvo poetillas Con tanta habilidad, que es un consuelo».
En el cielo, pues, será delirio de mi imaginación perversa, pero aun cuando yo me ponga, me pongo entre la más baja plebe. Y mi envidia, y mis celos, y mi rabia, en intensidad y en duración, toman las colosales proporciones de la vida eterna, y me burlan y me convierten el cielo en infierno. A extremo tan horrible ha venido a parar mi fe religiosa, que hasta imaginándome salvado, soy precito.
Por su infinita comprensibilidad ideal, acostumbran las clasificaciones de la crítica a personificar en él el alegre escepticismo de los dilettanti que convierten en traje de máscara la capa del filósofo; pero si alguna vez intimáis dentro de su espíritu, veréis que la tolerancia vulgar de los escépticos se distingue de su tolerancia como la hospitalidad galante de un salón del verdadero sentimiento de la caridad.
Su genio lo exigía, de suerte, que todos los egoísmos, frialdad de corazón e ingratitudes, que atribuyen al poeta, se convierten en un remedo del sacrificio de Abraham, si bien hecho al genio, Dios implacable y que no ceja como Jehová, salvando a Isaac y contentándose con un cordero.
El día muere, el velamen muge, las olas crecen, la humedad entumece los miembros y las dulces ilusiones se convierten en tristes realidades, al ver solo inmensidad en nuestra alma, inmensidad bajo nuestros piés é inmensidad sobre nuestras cabezas. ¡Orza! De vuelta y vuelta. Tiempo duro. Siniestros preparativos. Falta de crepúsculo La piel de zapa. ¡El tifón! Baja de barómetros.
La carta para el concejo de Sevilla comenzaba en esta forma: «Sepades que Nos catando en nuestros reinos i señoríos avia i ay algunos malos cristianos, apóstatas i herejes i confesos: los cuales, no embargante que recibieron el sacramento del baptismo, i fueron baptizados, i tienen nombre de cristianos, se han tornado i convertido i se tornan i convierten á la secta i supersticion i perfidia de los judíos &c.
Quedó en silencio Maltrana, como si se examinase interiormente. ¡País de asombros! continuó . ¡Yo banquero, yo que he hecho sufrir tanto a los prestamistas de Madrid!... ¡Tierra de transformismos, donde los albañiles se hacen agricultores, los curas fugitivos se convierten en padres de familia y los señoritos arruinados entran de cajeros de confianza en las casas de comercio!...
Preciso es penetrarse de la verdadera inteligencia del mar, no dejarse arrastrar por la falsa idea que puede darnos el país inmediato, ni por las terribles ilusiones que nos produciría la sencilla grandeza de sus fenómenos, ni por los furores aparentes que con frecuencia se convierten en beneficios. Continuación. Playas, arenales y costas bravas.
Palabra del Dia
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