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Actualizado: 10 de julio de 2025


En aquel momento se presentó un chulillo. ¡Que la Virgen te proteja, hijo mío! ¡y haga el Cielo que tu hermoso traje de raso azul bordado de plata no se tiña de rojo, como la banderola que haces flamear ante los ojos de ese compadre que muge y se irrita!

Más abajo todavía, sus saltos producen el ruido del trueno, y hasta en los parajes de su curso donde el cauce es casi horizontal, el arroyo muge y produce sordos murmullos al rozar en las orillas y arrastrarse sobre el fondo sinuoso.

Resuena el bronce al apagarse el dia, Muge el rebaño en torno del vallado, Y el labrador regresa á su alqueria Dejándome de sombras circundado. Ya se borra el paisage entre las nieblas: Callada está la atmósfera tranquila: El insecto murmura en las tinieblas, Y se oye el éco de lejana esquila.

El día muere, el velamen muge, las olas crecen, la humedad entumece los miembros y las dulces ilusiones se convierten en tristes realidades, al ver solo inmensidad en nuestra alma, inmensidad bajo nuestros piés é inmensidad sobre nuestras cabezas. ¡Orza! De vuelta y vuelta. Tiempo duro. Siniestros preparativos. Falta de crepúsculo La piel de zapa. ¡El tifón! Baja de barómetros.

Cuando llegue el momento damos el golpe... Te presentas un día con aquella levita tan larga que tienes... Mira, te ruego por Jesucristo vivo que no te me presentes delante con ella. Pareces el hermano mayor de la Paz y Caridad... Pero ese día , ¿sabes?... Es para que don Oscar te tome algún miedo... Pides mi blanca... digo, mi negra mano. A don Oscar se le erizan los bigotes y muge.

Se detiene, ya no muge; sus piernas tendidas, los ojos sangrientos y la cola enroscada. Encomienda tu alma a Dios, José, porque la barrera está lejos y el toro cerca... Adelante, demonio... ¡adelante la afilada, espada!... ¡Demasiado tarde! la espada se ha roto en pedazos, y José, atravesado por un cuerno del toro, ha quedado clavado en la balaustrada.

El silencio pesa sobre ellos. ¡Y qué silencio!... A lo lejos suena el timbal... El agua muge... Los dos se miran entonces pálidos como la muerte. Y ella se pone a lanzar gritos penetrantes: ¡Jesús! ¡Jesús! Su voz suena en medio de la noche. Con un gemido violento él se oculta el rostro entre las manos. Un sollozo sin lágrimas sacude todo su cuerpo.

Si por señas se queja del estómago o del vientre, que le muge como si tuviera allí, no una borrega, sino dos o tres becerras, doña Inés exclama: Si te lo tengo dicho mil y mil veces: siempre has sido un glotón de siete suelas; pero ya, hijo mío, no estás para eso. Tus fuerzas digestivas son muy pocas. Menester es que te moderes y que seas sobrio si no quieres reventar el día menos pensado.

5 ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? ¿Muge el buey junto a su pasto? 6 ¿Por ventura se comerá lo desabrido sin sal? ¿O habrá gusto en la clara del huevo? 8 ¡Quién me diese que viniese mi petición, y que Dios me diese lo que espero; 9 y que quisiera Dios quebrantarme; y que soltase su mano, y me despedazase! 12 ¿Es mi fortaleza la de las piedras? O mi carne, ¿es de acero?

Allá abajo, el río lo llama, la cascada muge sordamente a través de la noche silenciosa, y las gotas que saltan brillan a los rayos de la luna. Ella deja caer su cabeza hacia atrás, sobre el brazo de Juan; una sonrisa dolorosa vaga por su boca entreabierta; sus párpados se han alzado, y en su pupila obscura se refleja la luna. ¿Dónde estamos? murmura. A la orilla del agua dice él jadeante.

Palabra del Dia

chapuzones

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