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El marques se hombrea con el pobre artista y el senador con el estudiante de derecho al derredor de la misma mesa; se habla de todo y en voz alta en todos los salones; se fuma cigarro y cigarrillo sin tregua, y todo el mundo está contento, expansivo y chistoso entre aquella atmósfera caliente y espesa que obra sobre los cerebros excitando el ingenio picante y la locuacidad.

Cuál hay que pasa todas las horas de la noche sentado al pie de alguna encina o peñasco, y allí, sin plegar los llorosos ojos, embebecido y transportado en sus pensamientos, le halló el sol a la mañana; y cuál hay que, sin dar vado ni tregua a sus suspiros, en mitad del ardor de la más enfadosa siesta del verano, tendido sobre la ardiente arena, envía sus quejas al piadoso cielo.

Cuando hay su más ó su menos, un momento de reposo ó un crescendo, en fin, alguna variación, el alma y los sentidos encuentran un no qué, que calma, que distrae, que responde á la imperiosa necesidad de la variedad. Mas, en la presente ocasión, fueron cinco días con sus noches, sin tregua, sin aumentar ni disminuir, siempre la misma furia y sin la menor variedad en lo horrible del cuadro.

Hacía la propaganda de los matrimonios leales y bien acordados, de las familias pacíficas; llevaba por todas partes el pabellón de las reconciliaciones y de la paz; perseguía sin tregua las irregularidades, los odios domésticos, los amancebamientos, los desórdenes, y su mayor gloria era encarrilar un marido extraviado, enderezar una esposa torcida, atraer un hijo pródigo, ablandar a un padre cruel.

No cumplió Tirso sus amenazas, ni se alteró más, por entonces, la tranquilidad de la casa; pero ambos hermanos comprendieron que aquella calma, violentamente obtenida por la energía de uno y la aparente sumisión de otro, no era paz definitiva, sino una tregua pasajera. «Querido Pepe: Figúrate lo disgustada que estaré: hace cuatro días que no nos vemos, y rabio por reñir contigo.

Se estremecía pensando que tendría que acostarse en un estrecho camarote contra cuya pared se estrellarían sin tregua las olas amenazando destruírla. ¿Cómo dormir con tales emociones? Por otra parte estimulaba su orgullo la idea de entrar en el rango de los grandes señores modernos que dominan todas las dificultades materiales por la fuerza del dinero.

La infeliz no sabía qué partido tomar dentro de aquel estrecho círculo de hierro candente, abrasador; y como las impaciencias del pícaro no daban la menor tregua, un día, la víspera del en que Facia me lo contaba, la había dicho él: «Puesto que no te resuelves a cogerlo con tus manos, «hemos» resuelto «nosotros» robarlo con las nuestras.

Pero Dios, protector en aquel día de la España oprimida y saqueada, permitió que Vedel llegase cuando estaba convenida ya la tregua y se había principiado a negociar la capitulación.

Gracias hago y doy al cielo Que á los dos ha dado un amo. Tregua tengan mis enojos Entre tanta desventura, Pues por estraña ventura Vendrán á mirar mis ojos Tan singular hermosura. Y si della está rendido Mi amo, está conocido Que el que la acertó á mirar, Era imposible escapar De preso, ó de mal herido.

Contuvo una sonrisa al estirar sus robustos miembros. Cuando, desde la víspera por la tarde, había aspirado sin tregua a encontrase con ella, se sentía invadido, en el momento de volver a verla, por una especie de aprensión singular.