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Pero estoy fuera de lugar: estas apreciaciones pertenecen á otra parte de estos apuntes. No hallamos pobres que pidan, ni niños jugando por las calles. Las clases que se manifiestan al público respiran bienestar y decencia. ¿Pero es todo esto verdad? ¡Ay!

El oro hace una cabriola y del 40 baja al 35, de éste al 29 y luego al 28; los pechos respiran con más facilidad... ¡cinco puntos de golpe! esto animará quizá a las cédulas, y las acciones saldrán de su postración. Pero ellas no se mueven, y el oro, de repente, salta del 28 al 42, en medio de la gritería del público desengañado. ¡Oro 342! ¡Compro! ¡Vendo!

Esa pretendida exactitud fotográfica es el grande engaño del arte, la gran prueba del poder mágico del artista: sus personajes no están en la realidad, pero pueden estarlo, son humanos; nos parece que viven y respiran; son la idealización de una clase entera, la realidad idealizada.

Porque ser partidario del arte por el arte, y yo lo soy muy convencido, no puede amenguar ni estorbar, aun cultivando esta que se llama amena literatura, el entusiasmo por ideas de distinta índole; las cuales unas veces veladamente se transparentan y otras ostensiblemente se muestran en la labor de cada uno; pues no es posible, y menos en nuestra época, que el literato y el artista sientan y piensen ajenos al ambiente que respiran.

Avanza lentamente un matrimonio de viejos: dos seres pequeñitos, arrugados, trémulos, que se detienen un momento, respiran con avidez, gimen é intentan seguir adelante. Ella, vestida de negro, con una capota de plumajes roídos por la polilla, se muestra la más animosa. Es enjuta y obscura; sus miembros, flacos y nudosos, parecen sarmientos trenzados.

De estos y otros datos se prevale un escritor francés para mezclar entre el gran caudal de poesía que respiran sus obras, un sinnúmero de vulgaridades, por no calificarlas de otra manera, al ocuparse de Marianas.

Fuera increible el furor, que subministra las armas á estos impugnadores de la verdadera Fe, si no lo viésemos en tantos libros como esparcen, y no respiran otra cosa que odio y aversion á la Religion Christiana. Faltan aquí á una máxîma fundamental de Lógica, pues hablan decisivamente de lo que no estan bastantemente instruidos.

Los unos respiran por unas laminillas que corren alrededor de su pie, otros por una especie de peine: los hay que por un disco, un broquel; otros por hilitos prolongados. Algunos poseen al costado lindos penachos ó sobre el lomo un gracioso arbolillo que se mueve, adelanta, retrocede, respira.

Y cuando se perdió al fin la esperanza de que el sur devolviera en torrentes de agua todo el viento de fuego recibido un mes entero del norte, la gente se resignó a una desastrosa sequía. El fox-terrier vivió desde entonces sentado bajo su naranjo, porque cuando el calor traspasa cierto límite razonable, los perros no respiran bien, echados.

No acertaba a comprender la causa de ello; pero era sin duda que su alma no había podido precaverse contra el alborozo expansivo de la capital, y lo había respirado como los pulmones respiran el aire en que los demás viven. «Ya no hay remedio dijo Bringas, sacando fuerzas de su extremado abatimiento . Ahora preparémonos. Que sea lo que Dios quiera. Resignación.