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A la sombra de un naranjo, el único crecido y frondoso, en cuya copa anidaban bulliciosos pajarillos, pasaba yo la mañana.

Dos escriptoritos de madera de naranjo con sus llaves, el uno de media vara de largo y más de tercia de alto con doce gavetas chicas y una más grande y el otro de dos tercias de largo y cerca de media vara de alto con diez y seis gavetas que parece servian de estudio de medallas y repartidas en dichas gavetas hay monedas y 51 medallas de plomo de caracteres de Pontífices y cosas antiguas numerables 2121 monedas y medallas de cobre de diferentes tamaños y hechuras de caracteres arriba referidos 65 de latón, 293 cerquillos de todos tamaños de Bufano que parece serían para poner en ellos las expresadas monedas ó medallas.

Alcohol de 32º 400 gramos Esencia de bergamota 4 cidra 4 cidrato 2 lavanda 2 flor de naranjo 1/2 rosas 1/2 Tintura de almizcle 1 benjuí 6 ámbar 1/3 Se mezcla bien todo con el alcohol, se deja muy tapado unos días y se filtra.

Cerca de la cabana de un carbonero vio Jaime a dos mujeres que marchaban apresuradas por entre los pinos. Eran Margalida y su madre. Venían de los Cubells, ermita situada en una altura de la costa, junto a una fuente que fecunda los abruptos peñones, haciendo crecer el naranjo y la palmera al abrigo de las rocas.

Sin querer acercarse a la ciudad, y apartándose de los senderos, descubrió por fin, en el flanco de la montaña, una gruta escondida entre malezas y arbustos. Había en su interior una mesa hecha de ramas de alcornoque sin descorchar, un tintero de raíz de naranjo, un taburete, un azadón y varios cacharros hundidos en el lodo.

Era éste un flamante conocimiento del fox-terrier, en quien luchaba aún la herencia del país templado Buenos Aires, patria de sus abuelos y suya donde sucede precisamente lo contrario. Salió, por lo tanto, afuera, y se sentó bajo un naranjo, en pleno viento de fuego, pero que facilitaba inmensamente la respiración.

Entre los jazmines reales, que abrazándose a una columna ostentaban sus mil florecillas llenas del perfume más grato a los enamorados; entre los naranjos de la China, graciosas miniaturas del naranjo común; entre los rosales de la tierra y esos claveles indígenas, cuya imperial hermosura no ha logrado eclipsar ninguna de las elegantes flores modernas; entre los tiestos de reseda, de mejorana, de albahaca y de sándalo, saltaban los chorros de una fuente habladora, con cuyo monólogo se concertaba el canto de algunos pájaros prisioneros en doradas jaulas.

Piedad le llevó al cocinero una dalia roja, y se la prendió en el pecho del delantal: y a la lavandera le hizo una corona de claveles: y a la criada le llenó los bolsillos de flores de naranjo, y le puso en el pelo una flor, con sus dos hojas verdes.

Ella se adelantó a mis deseos, y una tarde, sentada al pie del naranjo, mientras disponía sobre sus rodillas un haz de violetas, separando las que estaban marchitas y comidas de gusanos, cercenándoles el tallo y hacinándolas en grupos, me dijo: Mira, mi Rorró: quiéreme mucho, mucho, como te quiere tu Angelina.

Bien visto, estaba solo; las buenas ancianas pronto emprenderían el eterno viaje, y me quedaría yo abandonado en un mundo que me causaba miedo. La lluvia arreciaba. Truenos lejanos, pálido fulgurar de relámpagos distantes, anunciaban que la tempestad invadía la cordillera. El agua caía a torrentes. En el naranjo aleteaban los pájaros, amedrentados al sentir inundado su nido.