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Entonces la señora Hellinger se puso a gritar: Olga, querida hija mía, abre; somos nosotros, tu tío, tu tía, y tu viejo tío el doctor. Puedes abrir sin temor, querida mía. El doctor dio vuelta al botón; la puerta estaba cerrada. Quiso mirar por el agujero de la cerradura; estaba tapado. ¡Manda buscar al cerrajero, Adalberto! dijo.

Miguelina se cubría la cara con ambas manos y de buena gana se hubiera tapado los oídos. ¡Calle usted! repetía. ¿Por qué habrá vuelto, Dios mío? Nunca imaginé dijo Delaberge impaciente que mi presencia le había de causar tan gran disgusto... Supongo que no me habrá de creer usted capaz de la menor indiscreción... Tranquilícese, pues, que todo se quedó y se quedará entre nosotros.

Frecuentemente, en casa de madama de Longueval, después de comer, dormitaba un poco. Vosotras le habéis acogido con tanta bondad, que ha recobrado su antigua costumbre. Y ha hecho muy bien dijo Bettina. No hagamos ruido, no le despertemos. Sois demasiado buena, señorita; pero la noche está muy fresca. ¡Ah! es verdad, podría resfriarse. Esperad, voy a buscar un tapado.

La cocinera y doncella habían sido despedidas; no quedaba más que la niñera, a quien Isidora revistió de las más extensas atribuciones. «He pagado mis deudas y tapado la boca al procurador dijo Isidora a su padrino la noche del último día de liquidación . Estoy tranquila. Me queda esto». Dio un gran suspiro mostrando un papel donde había varías monedas y un sucio billete de Banco. «¿Cuánto es?

Tapado le tenía cuando daba audiencia como gobernadora del reino, hallándose ausente su hermano Don Felipe II. A veces como dudase alguien de que hablaba con ella, se descubría con rapidez, preguntaba si era la princesa Doña Juana, y no bien contestaban que , volvía a taparse.

¡Tengo recuerdos atroces! añadió el joven insistiendo. Después, con un acento conmovido, añadió: Sois una joven llena de bondad y delicadeza, a quien estimo en extremo, pero esos motivos no puedo decirlos, ni a vos misma. Levantose Juana algo turbada y alzando su tapado: Creo que me comprometo dijo risueña.

"¿Por qué le habían tapado también la cara?" pensó más tarde. Pero por nada en el mundo lo hubiera preguntado a su madre ni a persona alguna. Se lo impidió una especie de recelo sobrecogido y la misma gravedad dolorosa del suceso.

Vienes a visitarme, ¡qué amable! pues, haremos los honores, como corresponde... Esta es casa: ¿ves ese caño maestro? ahí tengo el dormitorio; bien tapado por un extremo, echo el poncho y duermo dentro muy abrigado y a gusto; el otro, más pequeño, me sirve de despensa... mi lavabo está enfrente: el río, con agua limpita y fresca... y nada más, no necesito más... hasta chimenea tengo: el sol, de día, y de noche no me faltan ramas secas para hacer una hoguera.

Este los tenía por auténticos, por coetáneos del hijo del rey caballero; ¡los había comprado él mismo en París!... Pues Bedoya, al que le aducía este argumento en casa de Vegallana, le llamaba aparte, y sin que nadie los viera, subía con él al segundo piso; se encerraba en el salón de antigüedades, y con el mismo sigilo de ladrón con que sacaba libros del Casino, se dirigía a una silla Enrique II, le daba media vuelta, buscaba cierta parte escondida de un pie del mueble; allí había hecho él varios agujeros con un cortaplumas y los había tapado con cera del color de la silla; quitaba la cera con el cortaplumas, raspaba la madera y... ¡oh triunfo! esta no se deshacía en polvo; saltaba en astillas muy pequeñas, pero no en polvo.

Resignada y triste se pasea con Margarita por un campo solitario, entre flores silvestres. Acércase á ella Wolsey, fugitivo, sediento y muerto de hambre, y le pide una limosna. La Reina se había tapado el rostro para no avergonzarlo, y le entrega sus últimas joyas; entonces se descubre á sus ruegos, y él, desesperado, le da las gracias.